Lola Flores y una boda secreta marcada por una disputa familiar, la verdad fue revelado tras 67 años por su hija Rosario

100 años de Lola Flores: la historia de La Faraona | Europa FM

Tras una relación con Manolo Caracol marcada por los celos y los maltratos, las miradas de Lola Flores y Antonio González, el Pescaílla, se cruzaron y el destino de la Faraona cambió para siempre. Fue durante una noche en la que artista actuaba en Barcelona. Miró a Antonio y supo que su historia con Caracol estaba terminada.

En julio de 1957, Lola Flores rompió con todos los estereotipos de la época cuando, sin dudarlo, fue la folclórica quien, estando en la terraza del hotel Lido de Venecia, le pidió a Antonio González, el Pescaílla, que se casara con ella.

Pero existía un problema: Antonio estaba casado por el rito gitano con la artista Dolores Amaya, sobrina de la bailaora Carmen Amaya, con quien además había tenido una hija llamada Antoñita que ya tenía 3 años. Dolores vivía en Barcelona con la familia de Antonio. Este se encargaba de su manutención y de la de su hija mientras hacía su vida con total libertad cuando se marchaba de gira.

Además, Antonio esperaba otro hijo fruto de una relación con la bailaora Carmelita Santos, que formaba parte de la compañía de Lola Flores.

A pesar del lío familiar, Lola Flores y Antonio González contrajeron matrimonio el 27 de octubre del 57 en El Escorial. Lola llegó al altar embarazada de 3 meses. Fue un domingo a las 6 de la mañana, en secreto, temerosos de que el clan de los Amaya tomara represalias contra ellos.

Este ya se había plantado días antes en la puerta de la casa familiar de la madrileña calle Povedilla donde vivía Lola, tal y como ella misma contó en sus memorias. El padre de la artista fue interceptado por los Amaya en la calle y recibió golpes por parte de estos.

A partir del suceso, que a punto estuvo de costarle un aborto a la Faraona, esta decidió acelerar su enlace con Antonio. Sus poderosos contactos le permitieron acordar una fecha rápida y encontrar con total inmediatez un lugar idóneo para la boda y tan emblemático como lo era El Escorial.

Lola Flores volvió a romper moldes al escoger para la ocasión un vestido que ni era largo ni era blanco. La artista lució un diseño corto de Asunción Bastida, una de las grandes modistas de alta costura de la década de los 50, de color gris perla, de encaje con mantilla, que combinó con guantes y zapatos del mismo color.

Como no podía ser de otra manera, y al igual que hizo años después en la boda de su hija Lolita, Lola pronunció en el día de su enlace una frase que quedó para la posteridad. Ante la insistente pregunta del sacerdote de si alguien conocía algún impedimento para que el matrimonio se celebrara, Lola Flores contestó susurrando: “Cállese, padre, no vayamos a liarla a última hora”.

El padrino fue el productor de cine Cesáreo González, la madrina, Paquita Rico, y entre los escasos 22 invitados, compuestos por familiares y amigos, estuvieron Perito Chicote, Carmen Sevilla o el actor Vicente Parra. Este último fue testigo de cómo, después del banquete, celebrado en el hotel Felipe II y al que, según afirmó la propia artista en ‘El coraje de vivir’, asistieron unas 300 personas, Antonio González cogió en brazos a Lola Flores para cruzar el umbral de la suite nupcial para acabar ambos rodando, entre risas, por el suelo.

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