El director de televisión relató cómo ha transformado su vida después de la meningoencefalitis que casi le costó la vida y destacó el papel fundamental de su mujer, cuyo apoyo ha sido ‘lo mejor de todo este proceso’

La vida a veces da giros tan bruscos que obligan a replantearse incluso lo esencial. Eso fue lo que le ocurrió a Luis Canut, guionista, director de programas y hermano de Nacho Canut, cuando en 2023 una meningoencefalitis criptocócica lo llevó al límite. Estuvo más cerca de la muerte que de la vida, lo reconoce él mismo. Salió adelante, sí, pero las secuelas fueron profundas: perdió casi por completo la visión. Desde entonces vive con un 5% escaso, sin nitidez, sin capacidad para reconocer rostros ni gestos. Luz, sombras, apenas figuras. Eso es todo.
Pero nada de esto ha borrado la serenidad con la que habla hoy. Ni el sentido del humor. Ni el amor, que en su caso aparece como la pieza que sostiene todo. Y en ese amor, Patricia Pérez, su esposa desde hace más de quince años, es el eje absoluto.

Ambos acudieron al programa ‘Land Rober’ de la televisión gallega, donde compartieron una conversación que acabó emocionando a todo el plató. Luis, sentado junto a ella, dejó caer una de esas frases que no necesitan decoración para traspasar: «Cuando me preguntan qué es lo que más echo de menos de no ver… Yo no echo de menos nada. Lo único que realmente me duele es que me encantaría volver a ver a Patricia. La recuerdo, nunca voy a olvidar su cara, la tengo grabada. Pero me encantaría que me diesen 10 minutos para volverla a ver».
Patricia, al escucharlo, no pudo contener las lágrimas. Habla poco, pero cuando lo hace se desnuda sin miedo. Tomó la mano de su marido y la llevó hasta su rostro para que pudiera «verla» de la forma que ahora tiene disponible: a través del tacto. «Da igual, nos tocamos», le dijo con una ternura que llenó el silencio que siguió.
La presentadora dejó claro que su historia tiene una raíz sencilla: querer estar. «Cuando conocí a Luis mi mundo cambió. Sabía que quería estar a su lado, como fuera. Es una persona que a mí me hace muy feliz. Me encanta, Luis». Él la escuchaba, buscándola con el gesto, hasta que la interrumpió con un beso. «Cómo no voy a ser feliz si tengo a Patricia a mi lado».

Canut asegura que la enfermedad también le dio cosas. «Yo, en mi otra vida, era muy exigente conmigo mismo, con mi éxito profesional, con mi éxito personal. Y ahora estoy totalmente libre». La ceguera, dice, tiene pocas cosas buenas: «Te tengo que escuchar, te tengo que tocar. No sé cómo vas vestido, no sé tu cara. Y eso me hace relacionarme de otra manera».
Sin embargo, señala que esa dependencia le ha traído cariño. «La gente es muy empática. Patricia me dice que algunos se apartan, pero como no lo veo, me da igual», bromea.
El matrimonio siempre quiso tener hijos, pero el camino fue difícil y terminó en una decisión conjunta: priorizar su bienestar. «Para mí lo importante es Patricia. No necesito más», afirma él. Ella lo corrobora sin quiebres. «Lo tenemos asumido. Lo realmente valioso es encontrar a la persona con la que compartir tu vida», finalizó.