El actor, que se sube de nuevo a los escenarios con el musical ‘Houdini’, responde a nuestro cuestionario y nos habla de su carácter, de sus sueños y de sus dos bodas.

«Madrid es la tercera capital mundial del teatro musical», explica orgulloso Pablo Puyol.
«En 30 años, con menos tradición que las otras, hemos demostrado de lo que somos capaces de hacer», añade.
El actor ya estuvo en la primera oleada, con ‘El hombre de La Mancha’ o ‘Grease’, y regresa cuando el género es más que una moda con el musical ‘Houdini’: «La magia es el elemento diferenciador de este espectáculo. Tiene una música preciosa y una historia llena de trucos que sorprenden al espectador. Tanto, que no veo un solo móvil encendido durante la función. Me encanta porque, para mí, es un reto interpretativo y físico, hasta hago escapismo mientras canto. Es un reto cantar, bailar y actuar, todo a la vez, por eso disfruto tanto los musicales».
A finales de este año cumple medio siglo, pero no teme caer en las trampas de la crisis de los 50, como comprarse una moto o un descapotable, «esas cosas las hice a los 30. La verdad es que llevo 10 años preparándome para este momento»: lo hace cuidándose mucho, haciendo deporte.

Y manteniendo siempre una actitud positiva: «Creo que uno de los rasgos de mi personalidad más importantes es mi sentido del humor. Solo lo pierdo cuando tengo hambre, pero soy de los que ve siempre el vaso medio lleno». Lo que debería trabajar es «la inconstancia, porque hay cosas que me cuestan y no les dedico el tiempo que merecen».
Pablo encuentra la paz «en casa, con mi pareja, con la familia». Y confiesa que le saca de quicio «la falsedad, la mentira».
Es un hombre con cierto compromiso con las causas que le preocupan, «pero no voy de abanderado de nada». Y aunque «a veces se me olvida tener más detalles», se define como «un romántico».
Vida privada
Está casado con la actriz Beatriz Mur. Y por si una no fuera bastante, celebraron dos bodas: «La primera fue la legal, el trámite oficial al que acudieron muy pocos. La segunda fue la festiva, en Málaga, a la que invitamos a todos los amigos y familiares. Esta era la importante para nosotros».
El matrimonio vive sometido a los vaivenes de la profesión: «Lo llevamos bien. Es fundamental que ambos entendamos la locura de nuestra vida, y eso nos facilita entender la separación durante las giras, los horarios, incluso nuestro estado emocional, porque nuestro mundo no es constante».
Esa es una de las razones por las que a Pablo le ha costado decidirse a ser padre. Tampoco se atreve ahora a tener mascota: «Antes, cuando vivía en el campo, podía tener una. Pero vivimos en un piso, muchas veces no estamos en casa, no se puede tener un animal y abandonarlo días».
A pesar de tener poco tiempo libre, intenta sacar lo justo para sus hobbies: «Me gusta salir a practicar paddel surf, subir a la montaña a esquiar. La verdad es que hago de todo».
No es caprichoso, «pero sí difrutón. Me encanta comer. A veces nos escapamos a un buen restaurante y nos hacemos un homenaje».

Su paso por ‘MasterChel Celebrity’ le ha dejado huella: «Soy el cocinero de la casa. Mis platos estrella son la lasaña y los de cuchara, los tradicionales. La verdad que eso lo aprendí de mi madre».
Pablo dice pasar «por uno de los mejores momentos» de su vida, por eso no se le ocurre ningún sueño personal por cumplir.
Es un hombre feliz. En todo caso, en lo profesional, espera que le llegue «una película con un personaje que me exigiera mucho, mucho, y que lograra hacerlo bien».
Diario Personal
El ’emoji’ que más usa «El de la carita que está guiñando un ojo con la lengua fuera. Como siempre escribo tonterías, lo hago como aviso para que lo entiendan».
Se haría un ‘selfie’ con «Ya conseguí el de Rafa Nadal, ahora le toca a Fernando Alonso».
Un sacrificio por la fama «La privacidad. A veces dejas de hacer algo, o lo haces con sumo cuidado, porque siempre hay alguien mirando. Hay que saber llevarlo. En mi caso, cuando pasó todo el éxito del grupo musical de ‘UPA Dance’, no llegaba a entenderlo, me superaba».
Un momento ‘tierra, trágame’ «Lo típico de que se te olvida el texto en mitad de una función, ruegas y suplicas ayuda por dentro, y lo que en realidad son segundos a ti te parecen una eternidad».
Algo que no puede faltar en su día a día «La música y el ejercicio físico».
Un propósito que nunca cumple «Aprender a tocar un instrumento».
Un lugar para perderse «La ciudad de Málaga. Mi casa, mi mundo».
Su primer beso «De niño, para probar cómo era, y entonces me dije ‘¿Y eso es para tanto?’ Luego, con la edad, la cosa mejoró»
Tiene miedo a «A la soledad, pero un poco solo».
Dentro de 10 años se ve «Siguiendo trabajando mucho, con la vida que tengo y la suerte que tengo ahora mismo: bien y feliz».
El pequeño Pablo «Era un crío travieso, pero bueno. En clase daba guerra, siempre desde el cariño, porque mis profesores reían mis bromas. Era muy sociable, hablaba con todo el mundo sin vergüenza alguna. Yo decía muchas tonterías, pero les quería y les tenía respeto. En casa éramos cinco hermanos, todos chicos, y yo era el pequeño, pero había una gran diferencia de edad. Por entonces no sentía la vocación, me llegó a los 18 años, cuando acompañé a un amigo al taller de teatro universitario. Me gustó la sensación».