El icónico cantautor Joan Manuel Serrat, nacido en Barcelona en 1943, ha admitido que, a sus 80 años, todavía siente la tentación de regresar a los escenarios.
Sin embargo, ha aprendido a combatir esos impulsos al reflexionar sobre la famosa frase del torero El Guerra: “lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible”.
Serrat, quien se encuentra en Oviedo para recibir el prestigioso Premio Princesa de Asturias de las Artes 2024, asegura que su retiro de los escenarios no significa dejar de ser artista.
El autor de grandes éxitos como “Mediterráneo” y “Penélope” ha enfatizado que sigue componiendo y escribiendo, aunque no con la misma intensidad que en años anteriores.
Su decisión de alejarse de los escenarios responde más bien a un deseo de reencontrarse consigo mismo y disfrutar del tiempo que le queda, haciendo actividades que siempre ha querido realizar.
Con una trayectoria de más de 500 canciones y 40 discos, Serrat sigue escribiendo, pero ahora lo hace solo cuando siente la necesidad física de hacerlo, ya que, según él, “el cuerpo es muy sabio”.
A lo largo de su carrera, ha puesto música a los versos de grandes poetas en lengua española, como Antonio Machado, Miguel Hernández, Pablo Neruda y Mario Benedetti, y su legado trasciende la música, siendo un referente cívico y cultural.
Durante su intervención en Oviedo, el cantautor catalán expresó su opinión sobre el panorama musical actual.
Serrat reconoció que, en estos tiempos, “el ritmo ha ganado la batalla absolutamente a la melodía”, refiriéndose a la música de mayor difusión.
Aunque no se declara enemigo de géneros como el hip hop o el reguetón, que surgen de movimientos y formas nuevas, reconoce que la industria está llena tanto de cosas interesantes como de producciones más banales.
Finalmente, Serrat reflexionó sobre la relevancia de su canción “Mediterráneo”, que sigue siendo válida en la actualidad.
A pesar de que el mar Mediterráneo se ha convertido en un lugar contaminado y degradado, para Serrat sigue siendo un espacio cargado de significados personales, vinculado a su infancia y lleno de una “relación franca, dolorosa, pero llena de amor”.
A pesar de su transformación en un trágico “sarcófago inmenso” para los migrantes, Serrat no puede dejar de sentirlo como parte de su identidad.