Curtis, conocido por su deslumbrante belleza y su éxito tanto en el cine como en su vida personal, tuvo una vida llena de excesos, lo que incluyó romances con estrellas como Marilyn Monroe.

A pesar de su éxito en la pantalla grande, su vida familiar fue mucho menos ideal.

Tony Curtis tuvo seis hijos con seis esposas diferentes, y todas sus relaciones estuvieron marcadas por el drama y las dificultades.

Su muerte, en septiembre de 2010, abrió viejas heridas en su familia cuando se reveló que el actor había dejado a sus hijos completamente desheredados en su testamento.

El hecho de que una fortuna estimada en más de 60 millones de dólares no fuera destinada a ninguno de sus hijos generó un enorme revuelo, y los dejó en estado de shock y resentimiento.

Curtis modificó su testamento pocos meses antes de su fallecimiento, desheredando intencionadamente a sus hijos y dejando todo su patrimonio a su última esposa, Jill Vandenberg Curtis.

Aunque no se dio una razón oficial para esta decisión, algunos de los hijos de Curtis especularon que su madrastra podría haber influido en el cambio del testamento, insinuando que ella había aprovechado su frágil estado de salud en sus últimos años de vida.

Jill Vandenberg Curtis no solo se quedó con toda la fortuna, sino que también se negó a compartir cualquier parte con los hijos de Tony Curtis.

Incluso llegó a subastar casi todas las pertenencias de valor sentimental del actor, incluyendo objetos personales como cartas, medallas militares y premios profesionales, como la placa de Tony Curtis en el Paseo de la Fama de Hollywood.

La subasta también incluyó artículos de gran valor, como un cuadro de Andy Warhol, una chaqueta de cuero que Curtis usó en la icónica película “Some Like It Hot” y un automóvil Firebird descapotable.

Este hecho indignó aún más a los hijos de Curtis, quienes no recibieron ni siquiera un álbum de fotos para recordar a su padre.

Dos de las hijas de Curtis, Alexandra y Kelly, decidieron tomar acciones legales para impugnar el testamento, alegando que su padre les había prometido durante años que les dejaría una parte de su fortuna.

Sin embargo, todos los intentos legales para cambiar los términos del testamento resultaron infructuosos, y la justicia no les dio la razón.

Este episodio aumentó aún más las tensiones familiares y dejó un profundo resentimiento entre los hijos de Curtis y su viuda.

Uno de los aspectos más sorprendentes de esta historia es que Tony Curtis, quien siempre fue considerado un “buen padre judío”, tomó la decisión de desheredar a sus hijos, algo que según algunas tradiciones culturales sería impensable.

Christine Kaufman, la segunda esposa de Curtis, expresó su desconcierto ante la decisión de Tony, afirmando que “los padres judíos no desheredan a sus hijos sin una razón válida”.

Sin embargo, parece que Curtis tenía sus propios motivos, aunque estos nunca fueron explicados públicamente.

Algunos de los hijos de Curtis acusaron a Jill de ser una “buscadora de oro”, insinuando que ella solo estaba interesada en la fortuna de su padre.
Pero otros defendieron a Jill, reconociendo que estuvo a su lado durante los momentos más difíciles de su vida, especialmente tras la muerte de su hijo Nicolas, quien falleció de una sobredosis de heroína en 1994.

Jill ayudó a Curtis a superar su duelo y estuvo a su lado durante los últimos años de su vida, en los que también luchó contra problemas de salud como la neumonía y la EPOC.

Tony Curtis llegó a declarar en una entrevista en 2008 que por primera vez en su vida había encontrado el verdadero amor con Jill, después de haber vivido una vida llena de excesos y adicciones.

Gracias a ella, pudo dejar atrás muchos de sus vicios, incluidos el alcohol y las drogas, y logró estabilizar su vida en sus últimos años.

Por ello, algunos creen que la decisión de Curtis de dejar toda su fortuna a Jill fue un reflejo de su agradecimiento por el apoyo que ella le brindó en sus momentos más difíciles.

A pesar de todo, esta situación dejó a los hijos de Curtis en una posición de profunda amargura.

Uno de los hijos, Ben Curtis, estaba tan afectado por el testamento que decidió no asistir al funeral de su padre.

Ben, quien siempre había tenido una relación complicada con su padre tras la muerte de su hermano Nicolas, expresó que aunque amaba a su padre, nunca pudieron restablecer una conexión sólida en vida.

Por otro lado, Allegra Curtis, otra de las hijas de Tony, publicó unas memorias en las que describió a su padre como un hombre profundamente afectado por la fama y las adicciones.

Allegra posó para la revista Playboy en su juventud, lo que generó tensiones en la familia.

Sin embargo, a pesar de las dificultades, Allegra siempre expresó su amor por su padre, aunque su relación con Jill Vandenberg Curtis fue mucho más tensa.

Jamie Lee Curtis, hija del matrimonio entre Tony Curtis y Janet Leigh, pronunció un emotivo discurso en el funeral de su padre, aunque más tarde habló abiertamente sobre las muchas fallas de Tony como padre.

Jamie Lee llegó a afirmar que nunca tuvo un vínculo real con su padre y que siempre se sintió distante de él.

Aunque no se unió a la demanda para impugnar el testamento, su descontento con la decisión de Tony fue evidente.

En resumen, la historia de Tony Curtis y su decisión de desheredar a sus hijos es un caso lleno de drama familiar, tensiones no resueltas y decisiones controvertidas.

Si bien algunos pueden argumentar que Curtis tenía sus razones para actuar de esa manera, otros creen que sus hijos merecían una parte de su herencia.

Al final, lo que queda claro es que, detrás de la brillante imagen de una estrella de cine, siempre hay una compleja realidad familiar que pocos conocen.