La música tiene el poder inigualable de trascender la barrera de la vida y la muerte, convirtiéndose en el eco eterno de un alma que partió.
En el corazón del vallenato colombiano, donde el acordeón es el pulso de la vida y el narrador de historias profundas, el legado de Omar Geles ha quedado inscrito con letras de oro y melodías inolvidables.

Su repentina partida el pasado 21 de mayo, a sus 57 años, dejó un vacío monumental no solo en el género que él ayudó a definir, sino en el sentimiento colectivo de una nación que creció y se enamoró al ritmo de sus composiciones.
Desde ese fatídico día, el torrente de mensajes conmovedores, homenajes espontáneos y el recuerdo imborrable de sus éxitos ha inundado las redes sociales, transformando el ciberespacio en un inmenso velorio digital donde admiradores, colegas, familiares y amigos han compartido su dolor y su inmensa gratitud por el patrimonio musical que legó.
Omar Geles no fue solo un acordeonero y cantante, fue un juglar contemporáneo que creó más de mil canciones grabadas, cada una un espejo de la vida, el amor, el desamor y, sobre todo, la resiliencia.
Su habilidad para capturar las emociones más profundas del ser humano y plasmarlas en versos sencillos pero demoledores lo elevó a la categoría de leyenda, un verdadero rey del vallenato.

Sin embargo, si hay una composición que encapsula la esencia más íntima y conmovedora de su vida y su arte, esa es, sin duda, “Los caminos de la vida”.
Este tema, más que una canción, es una autobiografía cantada que ha cautivado a varias generaciones y que, en estos días de duelo, se ha erigido como el himno de la despedida.
La letra de “Los caminos de la vida” hace una referencia directa y desgarradora a las dificultades que Omar Geles tuvo que enfrentar durante su niñez, marcada por la ausencia paterna y la lucha incansable de su madre, Hilda Suárez Castilla, cariñosamente conocida como “Mamá Hilda”, para sacar adelante a sus hijos: sus hermanos Hilda Suárez y Roberto Geles, y por supuesto, a él.
El compositor reveló la génesis de esta obra maestra en una entrevista con Vixol, un relato que hoy resuena con una emotividad especial.
“Esa canción la compuse en el año 1992 al recordar las dificultades de la niñez donde ella era nuestra heroína, esa mujer valiente, trabajadora y capaz que luchó para sacarnos adelante”.
“Nunca pensé que la canción se metiera en el corazón de todos, pero sigue sonando y eso me llena el corazón de alegría y más sabiendo que es para mi vieja Hilda”, comentó Omar Geles.
Para el artista, la canción se convirtió en el homenaje más grande y sentido que pudo haberle hecho a su madre en vida, un testimonio de amor filial que, al ser dedicado a ella, logró llegar al alma de millones de personas en Colombia y el mundo.
El fragmento más revelador y doloroso de la canción, que expone la inocencia frustrada de la infancia frente a la cruda realidad, dice: “Yo pensaba que la vida era fácil, cuando estaba pequeñito, yo creía que las cosas eran fáciles como ayer. Que mi viejita buena, se esmeraba, por darnos todo lo que necesitábamos. Y hoy me doy cuenta que no es así”.
Y luego, el verso que es un puñal de amor en el pecho: “Porque a mi madre la veo cansada de trabajar por mi hermano y por mí, y ahora con ganas quisiera ayudarla y por ella la peleo hasta el fin”.
Esta letra, que refleja el anhelo de un niño por aliviar el peso del mundo sobre los hombros de su madre, se ha convertido en un código universal de respeto y admiración hacia la figura materna luchadora.
Por esta razón, tras la muerte del maestro, sus seguidores han revivido un conmovedor video que ha desatado una ola de nostalgia y esperanza en las plataformas digitales.
El protagonista es su hijo, el pequeño José Juan, quien demuestra haber heredado el talento y la pasión musical de su padre.
En la grabación, que se publicó originalmente en el perfil de “Mamá Hilda” en febrero de este año, el menor es filmado mientras ofrece una serenata a su abuela.
¿Y qué pieza eligió para su debut musical con el acordeón? Nada menos que “Los caminos de la vida”.
Las imágenes son una estampa de la continuidad, un puente sonoro entre generaciones.
Frente a la matriarca de la dinastía Geles, quien observa con una mezcla de orgullo, sorpresa y ternura, José Juan desliza sus pequeños dedos por las teclas del acordeón, replicando la melodía que su padre compuso en honor a esa misma mujer.
En el video se escucha la voz de Omar Geles, con una emoción palpable, que inmortalizó el momento con estas palabras: “Esta es una serenata que le trae José Juan a su abuela, su primera canción en el acordeón”.
El acto, cargado de simbolismo, no solo es una muestra del precoz talento musical del niño, sino una confirmación de que el legado de Omar Geles está seguro en las manos de su descendencia.
La escena, que hoy se ve bajo la sombra de la ausencia, ha estremecido el corazón de los internautas, quienes han inundado la publicación con comentarios que celebran la promesa de continuidad.
“Se fue el maestro, pero dejó a su hijo para seguir con su legado”, “Dios, qué éxito, ahora sus hijitos haciendo lo que amó su padre, esto es el legado, que siga la dinastía Geles”, “Sigue la dinastía, gracias a Dios vas a ser inmortal, tu música está en la historia”, escribieron algunos internautas, resumiendo el sentir general.
La figura de Omar Geles era inmensa en el panorama musical.

Desde sus inicios en 1985 con “Los Diablitos” junto a su socio Miguel Morales, Geles se destacó por su virtuosismo con el acordeón, el instrumento que lo llevó a ser Rey Vallenato en la categoría Semiprofesional en 1987 y a ganar el premio Rey de Reyes en el Festival de la Leyenda Vallenata, un hito que cimentó su estatus como uno de los más grandes.
Su carrera fue un ascenso constante, jalonado por éxitos que no solo grabó con su agrupación, sino que regaló a otros grandes del género, forjando un repertorio que es fundamental para entender la evolución del vallenato romántico y moderno.
Nombres como Diomedes Díaz (“No intentes”, “No puedo vivir sin ti”), Jorge Celedón (“Cuatro rosas”, “Por gustarte”), Silvestre Dangond (“La traga loca”, “A blanco y negro”, “Las locuras mías”), Patricia Teherán (“Tarde lo conocí”) y Felipe Peláez (“El amor más grande del planeta”) figuran entre los muchos artistas que inmortalizaron sus letras.
La muerte de Omar Geles, a causa de un paro cardiorrespiratorio mientras jugaba tenis en Valledupar, se produjo en el momento más álgido de su carrera, con una agenda repleta y una vitalidad creativa inagotable.
Apenas unos días antes, había participado en un emotivo concierto de Silvestre Dangond en Bogotá, donde su colega y amigo le rindió un sentido homenaje, reconociendo públicamente: “Media carrera mía está en tus manos, negro. Te adoro, mi negro, te quiero”.
Esa fue una de las últimas postales públicas del maestro en un escenario, un adiós sin saber que lo era.
El eco de su partida se siente con fuerza, pero el video de su hijo José Juan tocando “Los caminos de la vida” ante “Mamá Hilda” ofrece un consuelo profundo y una mirada hacia el futuro.
No es solo un niño tocando un instrumento; es la promesa de que el fuego sagrado de la dinastía Geles, de su arte y de sus historias, seguirá ardiendo.
Es la confirmación de que, aunque el maestro haya emprendido ese camino de la vida que “no son lo que yo pensaba”, su voz seguirá sonando a través de los acordes de su hijo y de cada persona que cante sus canciones.
El dolor por la pérdida es inmenso, sí, pero el orgullo por su legado es eterno.
La música de Omar Geles es un regalo para el alma, y ver a su hijo, José Juan, honrar su memoria con la canción que rinde homenaje a la heroína de su vida, su abuela Hilda, es un acto de amor y trascendencia que sella el pacto de inmortalidad de un artista.
El vallenato está de luto, pero su dinastía sigue en pie, con el acordeón como testigo y la melodía de “Los caminos de la vida” como su estandarte.
Este conmovedor video se ha convertido en el recordatorio más dulce y esperanzador de que el genio de Omar Geles vivirá por siempre en el corazón de su familia y en la historia de la música.
Porque la vida, con sus caminos difíciles, también sabe dejar consuelos y herencias invaluables.
El alma de Omar Geles hoy descansa, pero su música, y ahora la de su hijo, ha abierto un nuevo y hermoso sendero.
El vallenato, más que un género, es una tradición oral que pasa de generación en generación.
José Juan, al tocar esa melodía, se convierte en el nuevo eslabón de una cadena forjada por la pasión, la lucha y el talento indomable.
El acordeón, que ha sido testigo de la pobreza y el triunfo de su abuela, de la genialidad de su padre, es ahora el instrumento de su propia promesa.
La emotividad del momento es tal que ha logrado unir a toda una comunidad de fans en un sentimiento colectivo de esperanza, a pesar del inmenso dolor.
Es un recordatorio palpable de la belleza del ciclo de la vida y del poder de los lazos familiares, especialmente aquellos que se expresan a través del arte.
Mientras el mundo llora a Omar Geles, su hijo, José Juan, nos regala un atisbo de la luz que permanece, la luz que continuará iluminando los caminos del vallenato.
La historia de “Los caminos de la vida” ha cerrado un capítulo con la partida de su autor, pero ha abierto otro, quizás más hermoso, con la interpretación de su heredero.
El maestro se ha ido, pero el juglar ha dejado a su sucesor.
Esto es, sin duda, la prueba irrefutable de que la dinastía Geles está más viva que nunca.