Hola, soy padre Alesandro Martini, tengo 45 años y llevo 19 años cargando un secreto que me aterra compartir.

Un secreto que escuché en un confesionario de Santa María Segreta en Milano el 28 de septiembre de 2006.
Ese día, un adolescente de 15 años que jamás había visto en mi vida entró a confesarse y me dijo algo que cambiaría todo.
Padre, en aproximadamente 7 años verá humo blanco salir de la capilla Sixtina.
Por primera vez en la historia, un hombre de América Latina será Papa y su nombre será Francisco.
Yo era un sacerdote joven de apenas 26 años, académico, frío, escéptico, incluso dentro de mi propia fe.
Pensé que el chico deliraba, quizás fiebre por su enfermedad, pero me pidió que escribiera la fecha y sus palabras exactas.
Lo hice más por lástima que por convicción.
Dos semanas después, ese adolescente murió de leucemia.
Su nombre era Carlo Acutis.
El 13 de marzo de 2013, me exactamente 6 años y medio después, me desperté con la noticia.
Humo blanco.
En el Vaticano, un cardenal argentino había sido elegido papa.
Su nombre, Francisco, el primer papa latinoamericano de la historia.
Mis manos temblaban tanto que dejé caer la taza de café.
Corrí a mi escritorio, abrí el cajón secreto donde guardaba mi diario de 2006 y allí estaba la letra temblorosa de aquel día, las palabras exactas de Carlo.
Pero, hermano, hermana, lo que voy a contarte ahora va más allá de esa profecía, porque ese día en el confesionario Carlo me dijo tres cosas más.
Dos ya se cumplieron de formas que desafían toda lógica.
La tercera todavía me quita el sueño, porque según Carlo, sucederá cuando el mundo esté listo para escuchar.
¿Y sabes qué es lo más perturbador? Hace tres semanas, exactamente 19 años después de su muerte, algo ocurrió en Santa María Segreta que me hizo entender que quizás ese momento ha llegado.
Por eso, después de casi dos décadas de silencio, he decidido contar esta historia completa por primera vez.
Déjame llevarte al principio.
Septiembre de 2006.
Yo acababa de cumplir 26 años y llevaba solo 8 meses como sacerdote ordenado.
Me habían asignado a Santa María Segreta como asistente del padre Yusepe Torrini, un anciano de 68 años que había servido en esa parroquia durante 40 años.
Yo era todo lo contrario a él, joven, impaciente, obsesionado con la teología académica, pero vacío espiritualmente.
Había estudiado 5 años en el seminario, memorizado tratados completos de Santo Tomás de Aquino, defendido mi tesis doctoral sobre la transubstancia eucarística.
Pero si soy honesto, mi fe era pura teoría.
Creía en Dios de la misma manera que creía en la filosofía de Kant, como un concepto intelectual interesante, no como una realidad viva.
Las confesiones eran mi tarea más odiada.
Todos los sábados de 4 a 7 de la tarde me sentaba en ese confesionario de madera oscura, escuchando los mismos pecados repetitivos, mentiras pequeñas, envidia, pensamientos impuros.
Yo daba las mismas penitencias mecánicas.
Tres ave Marías.
dos padres nuestros.
Era un trámite administrativo espiritual, nada más.
El sábado 28 de septiembre de 2006 comenzó como cualquier otro.
Desperté a las 6:30 de la mañana.
Celebré la misa de 7 de la mañana con apenas 12 personas en los bancos, la mayoría ancianas con sus velos negros.
Desayuné pan con mermelada mientras leía el periódico.
Estudié documentos diocésanos durante la mañana.
Almorcé solo en la rectoría.
A las 3:45 de la tarde entré al confesionario con mi estola morada y mi breviario, preparándome mentalmente para tres horas de monotonía espiritual.
Las primeras dos horas fueron exactamente lo que esperaba.
La señora Juliana confesó que había gritado a su esposo.
El joven Marco admitió haber visto pornografía en internet.
La adolescente Chiara lloró porque había robado 5 € de la cartera de su madre.
Yo distribuía absoluciones con la eficiencia de un cajero bancario.
Ego, te absolvo.
Tres ave Marías, vaya en paz.
Eran las 6:20 de la tarde cuando escuché pasos diferentes acercándose.
No eran los pasos arrastrando de las ancianas ni el caminar inquieto de los adolescentes.
Eran pasos lentos, deliberados, como si cada paso requiriera esfuerzo consciente.
La cortina del confesionario se abrió.
Alguien se sentó del otro lado de la rejilla.
Durante varios segundos solo hubo silencio.
Normalmente yo iniciaba con la fórmula ritual.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Cuánto tiempo hace desde tu última confesión.
Pero esta vez, antes de que pudiera hablar, escuché una voz joven, clara, sorprendentemente calmada.
Padre Alesandro Martini, vine específicamente a usted.
Me quedé helado.
No era común que los penitentes supieran mi nombre completo y menos que dijeran haberme buscado específicamente.
¿Nos conocemos? Pregunté con cautela profesional.
No, padre.
Nunca nos hemos visto, pero necesitaba hablar con usted y no con padre Yusepe.
Usted es el indicado para escuchar lo que tengo que decir.
Su voz tenía un timbre extraño.
No era la voz nerviosa de alguien confesando pecados graves, ni la voz avergonzada de un penitente regular.
Era segura, demasiado segura para alguien que sonaba tan joven.
“Está bien”, respondí, intentando mantener el control de la situación.
Comencemos entonces.
¿Cuánto tiempo hace desde tu última confesión? Tres semanas, padre.
Pero hoy no vine a confesar pecados.
Vine a darle un mensaje, un mensaje de Dios para usted específicamente.
Sentí una oleada de irritación, otro místico improvisado.
En mis 8 meses como sacerdote había conocido docenas personas que afirmaban tener visiones, mensajes divinos, profecías.
La mayoría eran individuos solitarios buscando atención o validación espiritual.
“Hijo,” dije con mi tono más pastoral pero firme, “El confesionario es para el sacramento de la reconciliación, no para.
” Sé perfectamente para qué es el confesionario, padre Alesandro, me interrumpió con una educación respetuosa pero firme.
Y sé que usted piensa que soy solo otro fanático religioso, pero antes de que me descarte, déjeme decirle algo que nadie sabe.
Hizo una pausa deliberada.
Anoche a las 11:34 de la noche usted estuvo en su habitación de rodillas frente al crucifijo.
Lloró durante 17 minutos y le preguntó a Dios si había cometido un error al ordenarse sacerdote.
Le preguntó si su vocación era real o solo el resultado de presión familiar.
Nadie vio eso.
Nadie, excepto Dios.
Mi sangre se eló.
El corazón comenzó a latir violentamente en mi pecho.
Sentí que las paredes del confesionario se cerraban sobre mí.
Era exactamente cierto, todo, cada detalle.
La noche anterior había tenido una crisis espiritual profunda que no compartí con nadie, absolutamente nadie.
¿Quién eres? Mi voz salió como un susurro áspero, casi acusatorio.
¿Cómo sabes eso? A través de la rejilla del confesionario podía distinguir vagamente su silueta delgado, cabeza rapada o calva, postura recta, a pesar de lo que parecía ser debilidad física.
Me llamo Carlo Acutis, tengo 15 años y sé porque Dios me lo mostró hace tres días durante la adoración eucarística.
Me mostró muchas cosas sobre usted, padre Alesandro.
Me mostró su soledad.
me mostró cómo su fe se ha convertido en algo mecánico, académico, muerto.
Me mostró que usted necesita ver para creer y por eso estoy aquí.
Mi mente racional intentaba encontrar explicaciones.
Me había espiado.
Había alguien más en la rectoría anoche.
Era posible que alguien hubiera visto algo sin que yo notara, pero la ventana estaba cerrada.
La puerta con cerrojo, las cortinas corridas.
Era imposible que alguien supiera, “Está buscando explicaciones lógicas”, continuó Carlo con esa voz tranquila que me perturbaba profundamente.
Eso es exactamente lo que Dios sabía que haría.
Por eso le voy a dar una prueba que no podrá negar.
respiró hondo y dijo en aproximadamente 7 años, exactamente el 13 de marzo de 2013, verá Humo Blanco salir de la chimenea de la capilla Sixtina en el Vaticano.
Un cardenal de Argentina será elegido Papa.
será el primer Papa latinoamericano en toda la historia de la Iglesia Católica, 2,000 años, y su nombre papal será Francisco, en honor a San Francisco de Asís.
Me quedé completamente mudo.
Durante varios segundos no pude procesar lo que acababa de escuchar.
Finalmente encontré mi voz.
Eso es estadísticamente imposible.
Jamás ha habido un papa de América Latina.
Los cardenales latinoamericanos son minoría en el colegio cardenalicio y predecir no solo que será elegido, sino también su nombre exacto es absurdo.
Lo sé, padre.
Por eso es una señal para usted.
Dios sabía que usted necesita evidencia concreta, datos verificables, algo que su mente académica no pueda racionalizar como coincidencia.
Cuando vea eso en televisión en marzo de 2013, descordará este momento, recordará este fecha, 28 de septiembre de 2006, y entonces creerá todo lo demás que le voy a decir ahora.
Sentí que debía terminar esta conversación inmediatamente.
Era demasiado extraño, demasiado perturbador, pero algo me detuvo.
Quizás curiosidad morbosa, quizás el hecho de que había acertado sobre mi crisis nocturna.
¿Qué más? pregunté finalmente.
Mi voz apenas audible.
Tres cosas más, padre Alesandro.
Pero primero necesito que tome su diario, ese cuaderno negro que guarda en el cajón superior izquierdo de su escritorio y escriba todo lo que le estoy diciendo.
La fecha de hoy, la profecía sobre el Papa, las palabras exactas es importante porque en 7 años cuando vea esas noticias necesitará evidencia de que esto realmente sucedió hoy.
¿Cómo sabía sobre mi diario? ¿Cómo sabía en qué cajón exacto lo guardaba? No puedo salir del confesionario en medio de una confesión”, dije débilmente, aferrándome a las reglas como si fueran un salvavidas.
“Entonces escríbalo después, pero hágalo hoy.
Antes de que su mente racional lo convenza de que imaginó esta conversación, hubo una pausa.
” Escuché su respiración ligeramente trabajosa, como si le costara esfuerzo mantener la conversación.
“Estoy enfermo, padre Alesandro.
leucemia promielocítica aguda.
Me diagnosticaron hace 10 días.
Los doctores me dan dos, quizás tres semanas de vida.
Su confesión médica me golpeó como un puñetazo.
De repente entendí la cabeza rapada, los pasos lentos, la voz que ocasionalmente se debilitaba.
Este era un adolescente muriendo.
Lo siento mucho, Carl, dije y por primera vez en la conversación.
Mi tono fue genuinamente compasivo en lugar de defensivo.
Tus padres saben que estás aquí.
Sí, mi mamá me trajo.
Está esperando afuera en los bancos.
Ella sabe que necesitaba hablar con un sacerdote, pero no sabe exactamente qué vine a decirle.
Nadie lo sabe.
Solo Dios.
Y ahora usted hizo una pausa como reuniendo fuerzas.
Padre Alesandro, voy a morir el 12 de octubre, dentro de exactamente dos semanas, a las 6:37 de la mañana en el Hospital San Gerardo de Monza.
Y cuando muera algo va a suceder, algo que confirmará que todo lo que le estoy diciendo es verdad.
¿Qué va a suceder?, pregunté completamente absorto ahora en sus palabras toda mi resistencia intelectual temporalmente suspendida.
No puedo decirle eso todavía, pero lo sabrá cuando llegue el momento y será innegable.
Ahora necesito decirle las otras dos cosas, las cosas sobre su vida personal.
Mi corazón latía tan fuerte que pensé que Carlo podría escucharlo a través de la rejilla.
Antes de que cumpla 35 años, continuó Carlo, su voz mostrando signos de cansancio, pero manteniendo esa claridad inquietante.
Dos cosas sucederán en su vida.
Primera, su hermano menor, Mateo, tendrá un accidente grave, un accidente de motocicleta en la autopista A4, cerca de Brecia.
Será en invierno, habrá hielo en el camino, parecerá fatal.
Los paramédicos pensarán que no sobrevivirá el traslado al hospital, pero vivirá completamente intacto, sin daño cerebral, sin parálisis.
Los doctores lo llamarán milagroso y usted sabrá que fue porque yo oré por él antes de morir.
Mi hermano Mateo tenía 21 años, estudiante universitario en Brecia, era imprudente, le encantaban las motocicletas a pesar de las súplicas de mi madre.
Segunda cosa, Carlo continuó sin darme tiempo de procesar.
conocerá a alguien en 2015, un hombre que cambiará su comprensión completa del sacerdocio.
No un feligrés, no otro sacerdote, alguien completamente inesperado, alguien que usted juzgaría normalmente y ese encuentro le mostrará por qué Dios realmente lo llamó al sacerdocio.
¿Cuál es su verdadera misión? Y hay una cuarta cosa dijo Carlo, su voz ahora notablemente más débil, pero esa no se la puedo decir todavía.
Esa la comprenderá muchos años después.
Cuando el mundo esté listo, cuando usted esté listo, sabrá el momento porque algo sucederá, que le recordará esta conversación de una forma que no puede imaginar ahora.
Yo estaba completamente abrumado.
Mi cerebro analítico estaba en corto circuito.
“Carlo”, dije finalmente, “Incluso si todo esto fuera cierto, ¿por qué yo? ¿Por qué venir específicamente a mí? No soy tu párroco.
Nunca nos conocimos antes.
Hay docenas de sacerdotes en Milano que son más santos, más experimentados, más porque usted no cree, padre Alesandro.
Su respuesta fue simple, directa, no realmente.
Cree en la institución, en la doctrina, en los sacramentos como conceptos teológicos, pero no cree en lo sobrenatural.
No cree que Dios habla, que Dios interviene, que Dios hace milagros hoy, aquí, ahora y Dios necesita que usted crea.
Porque la cuarta cosa, esa que no puedo decirle todavía, requiere que usted testifique con absoluta convicción cuando llegue el momento.
Testificar que, pregunté, sintiendo una extraña mezcla de miedo y anticipación.
testificar sobre qué, pero Carlo no respondió esa pregunta directamente.
En cambio, dijo, “Padre Alesandro, ¿puede darme la absolución ahora? Sé que esto no fue una confesión tradicional, pero necesito recibir el sacramento.
” Automáticamente caí en el ritual familiar.
Era un refugio, algo conocido en medio de esta conversación, completamente desestabilizadora.
¿Te arrepientes de tus pecados? Sí, padre.
Tienes intención de no pecar más.
Con la ayuda de Dios.
Sí, levanté mi mano en el gesto de bendición que había hecho cientos de veces.
Ego, te absolvo a pecatisine patris etfili et espíritus santi.
Gracias, padre.
Hubo un movimiento como si estuviera preparándose para levantarse.
Espera, dije rápidamente.
¿Cómo te encuentro? ¿Cómo puedo saber si no necesita encontrarme, padre? En dos semanas sabrá si lo que dije sobre mi muerte es verdad.
En 7 años sabrá si lo que dije sobre el Papa es verdad.
Y antes de cumplir 35, sabrá si lo que dije sobre su hermano y el encuentro de 2015 es verdad.
La evidencia vendrá usted.
La cortina se abrió.
Alcancé a ver por primera vez al chico que había transformado mi mundo en 45 minutos.
Era delgado, casi frágil, con la cabeza completamente calva de la quimioterapia.
Vestía jeans y una sudadera azul con el logo de Pokémon.
Sus ojos eran castaños, profundos, con una paz que no tenía sentido en alguien de 15 años muriendo de cáncer.
Me miró directamente y sonríó.
No fue una sonrisa triste o resignada, fue genuina, cálida, llena de algo que solo puedo describir como alegría absoluta.
“No tenga miedo, padre Alesandro”, dijo mientras se alejaba lentamente.
“Todo tiene un propósito, incluso esto, especialmente esto.
” Y entonces se fue caminando con ese paso lento y deliberado hacia los bancos, donde presumiblemente su madre esperaba.
Yo me quedé en el confesionario durante otros 20 minutos completamente paralizado.
Mis manos temblaban, mi mente era un torbellino de pensamientos contradictorios.
Esa noche, en mi habitación abrí mi diario negro.
Con manos temblorosas escribí cada detalle de la conversación, la fecha, las palabras exactas, las profecías específicas.
Y dos semanas después, el 12 de octubre de 2006, Kiarlo Acutis murió exactamente como había predicho.
Pero eso, hermanos, fue solo el comienzo.
Hermanos, si llegaron hasta aquí es porque necesitan escuchar lo que pasó después, porque la profecía sobre el Papa fue solo el comienzo.
Durante los siguientes 7 años viví con esas palabras grabadas en mi alma como fuego.
Cada noche antes de dormir abría mi diario y releía lo que Carlo me había dicho.
Las palabras nunca cambiaban, pero mi relación con ellas sí.
Los primeros meses después de su muerte, intenté convencerme de que todo había sido una coincidencia elaborada.
Quizás Carlo había escuchado rumores, quizás había leído especulaciones teológicas sobre un posible Papa latinoamericano.
Mi mente racional construía teorías cada vez más complicadas.
para explicar cómo un adolescente de 15 años podía saber sobre mi crisis nocturna, sobre los detalles de mi diario, sobre el futuro del Vaticano.
Pero en el fondo, en ese lugar profundo donde la verdad vive más allá de la razón, yo sabía sabía que algo sobrenatural había ocurrido en ese confesionario y esa certeza me aterraba porque significaba que todo lo demás que Carlo predijo también sucedería, incluyendo lo de mi hermano Mateo.
El 18 de enero de 2014, un sábado, yo tenía 33 años y estaba celebrando la misa de mediodía en Santa María Segreta.
Era pleno invierno en Milano.
Afuera, la nieve caía suavemente sobre las calles grises de la ciudad.
Había terminado la homilía y estaba preparando la Eucaristía cuando vi a la señora Beatrice, la sacristana, correr hacia mí con el rostro completamente pálido.
Se acercó al altar y susurró con urgencia, padre Alesandro, su madre está al teléfono en la sacristía.
Dice que es una emergencia.
Su hermano Mateo, mi corazón se detuvo.
Inmediatamente recordé las palabras de Carlo.
Accidente de motocicleta, autopista A4.
Cerca de brecia, invierno, hielo, mis manos comenzaron a temblar tan violentamente que casi dejo caer el cáliz.
Padre Yusepe, llamé al sacerdote anciano que estaba sentado en los bancos delanteros.
Necesito que termine la misa, es una emergencia familiar.
Corría, la sacristía.
El teléfono colgaba del cable, esperándome como una sentencia.
Tomé el auricular con manos heladas.
Mamá.
Alesandro.
Su voz era puro terror.
Mateo tuvo un accidente en la autopista.
Dicen que es grave, muy grave.
¿Dónde está?, logré preguntar mientras mi mente procesaba la realidad imposible de que la profecía de Carlo estaba cumpliéndose exactamente como había dicho.
Hospital civile de Brecia.
Los paramédicos dijeron que no creían que sobreviviera el traslado, pero llegó vivo.
Alesandro, los doctores están diciendo cosas terribles.
Traumatismo craneal severo, hemorragia interna, no saben si va a despertar.
Y si despierta, no saben si habrá daño cerebral permanente.
Cerré los ojos.
Las palabras de Carlos resonaban en mi memoria con claridad absoluta.
Parecerá fatal.
Los paramédicos pensarán que no sobrevivirá el traslado al hospital, pero vivirá completamente intacto, sin daño cerebral, sin parálisis.
Mamá, dije con una convicción que sorprendió incluso a mí mismo.
Mateo va a estar bien, completamente bien, sin ningún daño permanente.
¿Cómo puede saber eso? Su voz era una mezcla de desesperación y necesidad desesperada de creer, porque alguien oró por él hace 8 años.
alguien que sabía que esto iba a pasar y me prometió que Mateo viviría intacto.
Tomé el primer tren a Brecia.
Durante todo el viaje con el paisaje nevado pasando por la ventana, recé el rosario completo tres veces.
Cuando llegué al hospital civile, eran las 3:30 de la tarde.
Mi madre estaba en la sala de espera de cuidados intensivos, destruida.
Mi padre paseaba de un lado a otro con los ojos rojos.
Mis dos hermanas mayores, Francesca y Julia, lloraban abrazadas.
¿Cómo está?, pregunté abrazando a mi madre.
En cirugía, respondió mi padre con voz ronca.
Llevan 4 horas operándolo.
El neurocirujano salió hace una hora y dijo que las próximas horas son críticas.
El impacto fue brutal, Alesandro.
La motocicleta quedó destruida.
Había hielo negro en la autopista invisible.
Mateo iba a 120 km porh cuando perdió el control.
Cada detalle coincidía con las palabras de Carlo.
Hielo en la autopista A4, invierno, cerca de Brecia, todo exacto.
Va a vivir, dije con firmeza y va a estar completamente bien, sin daño cerebral, sin parálisis.
Créanme, mi familia me miró como si hubiera perdido la razón.
Alesandro, dijo Francesca con lágrimas.
El doctor dijo que incluso si sobrevive, las probabilidades de daño neurológico permanente son altísimas.
¿Cómo puedes decir eso? Porque sé cosas que ustedes no saben y necesito que confíen en mí.
A las 7:45 de la noche, el Dr.
Stefano Moretti, el neurocirujano jefe, salió del quirófano.
Se quitó la mascarilla quirúrgica lentamente con expresión cansada.
Mi madre se levantó de un salto.
Familia Martini.
comenzó el doctor con voz profesional, pero cálida.
Mateo sobrevivió la cirugía.
Logramos controlar la hemorragia cerebral y estabilizar las fracturas craneales.
Pero debo ser honesto con ustedes, el daño fue extenso.
Las próximas 72 horas son críticas y si despierta del coma inducido, no podemos predecir el nivel de función neurológica que recuperará.
¿Cuándo sabremos?, preguntó mi padre.
Lo mantendremos en coma inducido durante 3 días para reducir la inflamación cerebral.
El lunes por la mañana comenzaremos a reducir la sedación.
Entonces veremos.
Pasé esos tres días prácticamente viviendo en la capilla del hospital.
Celebré misa allí cada mañana.
Recé el rosario incontables veces.
Y cada noche en la habitación del hotel donde me quedaba, abría mi diario y releía las palabras de Carlo.
Vivirá completamente intacto, sin daño cerebral, sin parálisis.
Los doctores lo llamarán milagroso.
El lunes 21 de enero a las 8 de la mañana, toda mi familia estaba reunida en la sala de espera.
El doctor Moretti nos informó que habían comenzado a reducir la sedación a las 6 de la mañana.
Ahora era cuestión de esperar.
Las horas pasaron con una lentitud agónica.
9 de la mañana.
Tor 10 de la mañana.
Tor 10 de la mañana.
Toria 10 de la mañana.
Toria 10 de la mañana.
Toriaz de la mañana.
A las 11:47 de la mañana.
Nico deor corriendo de la UCI con una expresión de asombro absoluto.
Doctor Moretti, venga rápido.
El paciente Martini está despierto y está hablando coherentemente.
Todos corrimos detrás del doctor.
Cuando entramos a la habitación de cuidados intensivos, allí estaba Mateo, sentado parcialmente en la cama con la cabeza vendada, tubos por todas partes, pero completamente consciente y lúcido.
“Hola, mamá!”, dijo con voz débil pero clara.
“Perdón por preocuparte, fue estúpido de mi parte ir tan rápido con hielo en la carretera.
” Mi madre colapsó llorando sobre su cama.
El Dr.
Moretti estaba revisando sus respuestas neurológicas con una linterna, haciéndole preguntas, pidiéndole que moviera dedos, manos, piernas.
Esto es extraordinario”, murmuró el doctor genuinamente confundido.
“Según las tomografías previas a la cirugía, debería haber daño significativo en los lóbulos frontal y temporal, pero sus respuestas son completamente normales, completamente.
Durante los siguientes 5 días, Mateo fue sometido a baterías exhaustivas de pruebas neurológicas, cognitivas y motoras, resonancias magnéticas, escáneres cerebrales, evaluaciones psicológicas.
pruebas de memoria, coordinación, función ejecutiva.
Cada resultado regresaba normal, absolutamente normal.
El Dr.
Moreti convocó a un panel de tres neurocirujanos adicionales para revisar el caso.
Todos llegaron a la misma conclusión imposible.
Según las imágenes del accidente y las tomografías iniciales, Mateo debería tener daño cerebral permanente severo, pero no lo tenía ninguno.
En mis 28 años de práctica, me dijo el Dr.
Moretti en privado, nunca he visto una recuperación así médicamente.
No tiene sentido.
Las lesiones que su hermano sufrió deberían haber resultado en déficits neurológicos permanentes, pero es como si su cerebro se hubiera curado a sí mismo completamente en cuestión de días.
Algunos de mis colegas están usando la palabra milagro y yo como científico no puedo encontrar una palabra mejor.
Una semana después del accidente, Mateo fue dado de alta.
Caminaba normalmente, hablaba normalmente, recordaba todo.
No tenía dolor, no tenía limitaciones.
Los doctores dijeron que podría volver a la universidad en un mes.
La noche que llevamos a Mateo a casa desde el hospital, después de que mis padres y hermanas se durmieron, mi hermano y yo, nos sentamos en la cocina bebiendo té.
Era casi medianoche.
La case estaba en silencio.
Alesandro, dijo Mateo finalmente.
Necesito contarte algo.
Algo que pasó durante el accidente, algo que no les he dicho a los doctores porque pensarían que tengo daño cerebral después de todo.
¿Qué pasó?, pregunté.
Aunque parte de mí ya sabía que lo que estaba a punto de escuchar sería importante.
Cuando perdí el control de la motocicleta, todo pasó en cámara lenta.
Vi el hielo, sentí las llantas perder agarre.
Supe que iba a chocar y en ese momento, justo antes del impacto, vi algo.
O este alguien se detuvo luchando con las palabras.
Vi a un chico, un adolescente con una sudadera azul.
Estaba parado en medio de la autopista, completamente calmado, sonriendo.
Y te juro, Alesandro, que escuché su voz en mi cabeza, no tengas miedo, Mateo.
Tu hermano oró por ti.
Vas a estar bien.
Mi corazón dejó de latir.
¿Cómo era el chico? Descríbelo exactamente.
Unos 15 años.
Delgado, cabeza rapada.
La sudadera era azul, con un logo de Pokémon o algo así.
Ojos castaños.
Y esta sonrisa, Alesandro, era como si conociera un secreto hermoso que nadie más sabía.
Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas sin control.
Su nombre era Carlo.
Carlo Acutis.
murió en octubre de 2006 de leucemia y 8 años antes de tu accidente me dijo exactamente cómo, cuándo y dónde ibas a tener ese accidente y me prometió que sobrevivirías completamente intacto porque él iba a orar por ti.
Le conté todo.
La confesión del 28 de septiembre de 2006, las profecías, la muerte de Carlo dos semanas después.
Todo.
Mateo me escuchaba con los ojos cada vez más grandes.
Entonces, el chico que vi era real, susurró.
No fue una alucinación por el trauma.
No fue una alucinación.
Fue Carlo, cumpliendo la promesa que me hizo 8 años antes de que sucediera.
Esa noche, por primera vez en años, sentí mi fe volverse algo real, algo vivo.
No era teología académica, era evidencia concreta del poder sobrenatural de Dios.
trabajando a través de un adolescente santo.
Un año después, en 2015, Prisien, cuando yo tenía 35 años, sucedió la segunda profecía personal que Carlo me había dado.
Era un martes por la tarde en junio.
Yo estaba caminando de regreso a Santa María Segreta después de visitar a un feligrés enfermo en el hospital, cuando vi a un hombre sentado en los escalones de la iglesia.
Tenía unos 40 años, ropa sucia, barba descuidada, olía fuertemente alcohol, estaba llorando.
En Milano hay muchos indigentes, muchas personas con adicciones.
Normalmente yo daba algunas monedas y seguía mi camino, pero algo en este hombre me detuvo.
Está bien, le dije sentándome junto a él en los escalones.
Puedo ayudarte en algo? Él me miró con ojos rojos y dijo, “Soy un monstruo, padre.
Hice cosas terribles, le pegué a mi esposa, descuidé a mis hijos, perdí todo por la bebida y ahora no tengo nada, ni siquiera razón para vivir.
Normalmente, en ese momento, yo habría dado un pequeño discurso sobre el perdón de Dios, habría ofrecido información sobre refugios y programas de rehabilitación y me habría ido.
Pero esta vez algo diferente sucedió.
Las palabras de Carlo regresaron a mí con claridad perfecta.
conocerá a alguien en 2015, un hombre que cambiará su comprensión completa del sacerdocio, alguien completamente inesperado, alguien que usted juzgaría normalmente y ese encuentro le mostrará por qué Dios realmente lo llamó al sacerdocio.
Este era el hombre.
Lo supe con absoluta certeza.
¿Cómo te llamas?, le pregunté.
Roberto, Roberto Castellani.
Roberto, voy a decirte algo que quizás suene extraño.
Hace 9 años, un adolescente santo me dijo que te conocería.
No sabía tu nombre, no sabía cuándo exactamente, pero me dijo que cambiarías mi vida y me dijo que no te juzgara, que te viera como Dios te ve.
Roberto me miraba como si yo estuviera loco.
No entiendo.
Yo tampoco entendía.
Pero ahora sí, levántate.
Vamos a entrar a la iglesia y vamos a comenzar tu camino de regreso a casa.
Durante los siguientes 6 meses, Roberto se convirtió en mi proyecto personal.
Le conseguí un lugar en un centro de rehabilitación.
Lo visité tres veces por semana.
Celebré misa especial por él cada domingo.
Cuando salió de rehabilitación, le ayudé a encontrar trabajo.
Lo conecté con servicios de consejería familiar.
Estuve presente cuando se reunió con su esposa y sus hijos después de 2 años de separación.
Lloré con él cuando su hija de 12 años finalmente lo abrazó y le dijo, “Te perdono, papá, pero lo extraordinario fue esto.
Mientras yo ayudaba a Roberto, Roberto me estaba sanando a mí.
Me enseñó lo que realmente significa ser sacerdote.
No es celebrar misas perfectas o predicar homilías elocuentes o conocer teología académica.
Es sentarse en los escalones con los quebrantados.
Es ver a Cristo en los despreciados.
Es amar sin condiciones a los que el mundo considera perdidos.
Roberto se convirtió en voluntario de Santa María Segreta.
Ahora, 10 años después, dirige nuestro ministerio de adicciones.
Ha ayudado a más de 200 personas a encontrar sobriedad y restauración.
se reconcilió completamente con su familia.
Y cada vez que le pregunto cómo puedo agradecerle por cambiar mi comprensión del sacerdocio, él sonríe y dice, “Fue ese chico Carlos.
” Él nos conectó.
Él sabía que ambos necesitábamos esta amistad.
Para 2020 meciendo, las tres primeras profecías de Carlo se habían cumplido con exactitud imposible.
El Papa Francisco fue elegido en 2013.
Mi hermano Mateo sobrevivió su accidente milagroso en 2014.
Roberto Castellani entró en mi vida en 2015 y transformó mi comprensión del ministerio.
La evidencia era innegable.
Carlo Acutis había conocido el futuro con precisión sobrenatural.
Y entonces el 10 de octubre de 2020, bien, exactamente 14 años después de la muerte de Carlo, él fue oficialmente viatificado por la Iglesia Católica en una ceremonia en Asís.
Miles de jóvenes de todo el mundo viajaron para estar presentes.
Carlo Acutis, el adolescente que amaba los videojuegos y la Eucaristía, que usaba sudaderas de Pokémon y programaba sitios web sobre milagros, era ahora oficialmente Viato Carlo Acutis.
Yo viaje a Asís para la ceremonia.
Estaba parado entre la multitud cuando vi cuerpo incorrupto exhibido en la cripta del santuario de la espoliación.
Allí estaba, 14 años después de su muerte, casi perfectamente preservado.
Su rostro tenía la misma paz que recordaba de aquel breve momento en el confesionario cuando la cortina se abrió.
Después de la ceremonia me acerqué a Antonia Acutis, la madre de Carlo.
Nos habíamos conocido brevemente en 2006 cuando ella vino a Santa María Segreta con los compañeros de Carlo después de su muerte, pero nunca le había contado sobre la confesión del 28 de septiembre.
Signora a cutis.
Le dije, “Necesito contarle algo que su hijo me dijo 14 años antes de morir.
Nos sentamos en un banco tranquilo, lejos de las multitudes.
” Y le conté todo.
Las profecías, el Papa Francisco, “Mi hermano Roberto.
” Ella lloraba silenciosamente mientras escuchaba.
Siempre supe que Carlo era especial”, dijo finalmente.
Desde que era un niño pequeño, él veía cosas, sabía cosas que no debería poder saber, pero guardaba muchos secretos.
Decía que Dios le mostraba cosas que solo debían revelarse en el momento correcto.
“Señora, hay una cuarta profecía, una que Carlo dijo que no podía revelarme todavía.
Dijo que la entendería cuando el mundo estuviera listo.
Han pasado 14 años.
Y todavía no sé qué es.
Antonia me miró con ojos profundos.
Quizás ahora que Carlo es beato, quizás ahora es el momento.
Ore por discernimiento, padre Alesandro, la respuesta vendrá.
Regresé a Milano con esas palabras resonando en mi mente.
Durante las siguientes semanas recé intensamente por entendimiento sobre la cuarta profecía.
Releí mi diario mil veces buscando pistas que hubiera pasado por alto, pero nada.
hasta el 28 de septiembre de 2025, exactamente 19 años después de la confesión original.
Ese día estaba celebrando la misa de mediodía en Santa María Segreta cuando noté a un joven sentado en los bancos del fondo.
Tenía unos 20 años, sudadera con capucha, mirando intensamente hacia el altar.
Después de la misa, él se acercó tímidamente.
Padre Alesandro, me llamo Luca.
Vine desde Nápoles específicamente para hablar con usted.
Hace tr días tuve un sueño.
Un chico de unos 15 años con sudadera azul se me apareció.
Me dijo su nombre Carlo Acutis.
Me dio una dirección.
Santa María Segreta, Milano.
Me dijo que viniera aquí y le preguntara a padre Alesandro Martini sobre la cuarta profecía.
Dijo que era tiempo.
Mi corazón comenzó a latir violentamente.
¿Qué más te dijo Carlo en el sueño? me dijo que usted ha estado cargando un secreto durante 19 años y que ese secreto necesita ser compartido ahora con el mundo entero.
Llevé a Luca a mi oficina, nos sentamos frente a frente.
¿Qué te dijo Carlo exactamente? Necesito saberlo todo.
Lucas respiró profundo.
Carlo me dijo que en el confesionario de 2006, él le dio tres profecías verificables para que usted creyera y cuando todas se cumplieran, usted sabría con certeza absoluta que lo sobrenatural es real.
Pero la cuarta profecía no era para usted solamente, era para millones de personas que están perdiendo su fe.
Carlo dijo que la cuarta profecía es esta.
En la próxima generación, Dios levantará santos jóvenes en todo el mundo, adolescentes y jóvenes adultos que usarán tecnología, redes sociales, inteligencia artificial, todas las herramientas modernas para evangelizar.
Y usted, padre Alesandro, necesita contar su historia, toda la historia, las profecías cumplidas, el poder de Dios trabajando a través de Carlo, porque hay millones de personas como usted era en 2006.
creyentes académicos, pero escépticos de lo sobrenatural.
Y su testimonio les mostrará que los milagros son reales, que Dios habla que los santos no son solo figuras del pasado remoto.
Las lágrimas corrían libremente por mi rostro.
Finalmente entendía.
La cuarta profecía era esta, contar la historia.
Y por eso estoy aquí hoy, hermanos, después de 19 años de silencio, después de ver tres profecías imposibles cumplirse con exactitud perfecta, después de que un joven llamado Luca viniera desde Nápoles, porque Carlos se le apareció en sueños.
Finalmente entiendo mi misión.
Carlo Acutis me eligió en 2006 no porque yo fuera santo, sino porque era escéptico.
Me dio evidencia que mi mente científica no podría negar.
Y ahora con ese fundamento de certeza absoluta, puedo decirles con completa convicción, los milagros son reales.
Dios habla, los santos interceden.
Lo sobrenatural no es superstición, es realidad.
Si ustedes son como yo era, académicos, racionales, creyendo en Dios, pero dudando de su intervención activa, este testimonio es para ustedes.
Y si están viendo esto, no es coincidencia.
Carlo me dijo que las personas correctas encontrarían esta historia en el momento correcto.
Ahora necesito su ayuda.
Todavía no entiendo completamente por qué Carlos me eligió específicamente a mí ese día.
¿Qué vio en mí? ¿Por qué un adolescente santo buscó a un sacerdote frío y escéptico? Escríbame en los comentarios sus reflexiones.
Quizás juntos podamos entender el misterio completo.
Beato Carlo Acutis, ruega por nosotros.
Okay.