“La Triste Historia de Verónica Lake: De Estrella de Hollywood a la Soledad Absoluta”

Verónica Lake, cuyo nombre real era Constance Frances Marie Ockelman, nació el 14 de noviembre de 1922 en Brooklyn, Nueva York.

Su vida parecía destinada al éxito desde el principio, pero lo que comenzó como un cuento de hadas terminó convirtiéndose en una tragedia.

La niña que soñaba con la fama tuvo una infancia complicada, marcada por el diagnóstico de esquizofrenia paranoica a una edad temprana.

En 1938, la familia de Verónica se trasladó a Beverly Hills, California, donde su madre la inscribió en la prestigiosa escuela de actuación Bliss-Hayden.

Allí comenzó su incursión en el mundo del cine.

Su primera aparición en pantalla fue en 1939, en la película “Sorority House” de RKO.

Fue en esta cinta donde Verónica lució un mechón de cabello que cubría parte de su rostro, un detalle que la haría icónica.

El productor de Paramount, Arthur Flbl Jr.

, quedó fascinado con su apariencia y decidió rebautizarla como Verónica Lake, un apellido que hacía alusión a sus profundos ojos azules.

En 1941, comenzó a destacar con su participación en “Vuelo de Águilas”.

Aunque su papel era secundario, su habilidad para “robar escenas” la convirtió en el centro de atención.

Durante los años 40, Verónica protagonizó una serie de éxitos cinematográficos, como “Los Viajes de Sullivan”, “El Cuervo” y “Me casé con una bruja”.

Sin embargo, su relación con otros actores no siempre fue fácil.

Frederick March, su coprotagonista en “Me casé con una bruja”, la apodó “I’m Mar at the Beach” (un juego de palabras que significa “Me casé con una zorra”) y juró no volver a trabajar con ella.

A pesar de su éxito, la vida personal de Verónica comenzó a desmoronarse.

En 1943, perdió a un hijo, y su primer matrimonio terminó en divorcio.

Ese mismo año, se casó con el director André De Toth, con quien tuvo dos hijos.

Fue durante este periodo que Verónica comenzó a beber, un hábito que marcaría el resto de su vida.

En 1946, protagonizó “La Dalia Azul” junto a Alan Ladd, pero su comportamiento en el set llevó al escritor Raymond Chandler a apodarla “Moronica Lake” (un juego de palabras que significa “idiota”).

Tras el rodaje, Paramount decidió no renovar su contrato.

Verónica confesó más tarde que nunca se dio cuenta de que estaba cayendo en picada hasta que fue demasiado tarde.

En 1948, nació su tercera hija, pero ese mismo año, su madre la demandó por razones económicas.

Sin trabajo en el cine, Verónica se vio obligada a recurrir a la televisión y al teatro.

En 1952, rodó su última película importante, “Stronghold”, pero su carrera ya estaba prácticamente terminada.

La década de los 50 marcó el inicio de su declive definitivo.

Entró en bancarrota, se divorció de André De Toth y sufrió embargos por no pagar impuestos.

En 1959, tras romperse un tobillo, ya no pudo trabajar como actriz.

Comenzó a vivir en hoteles baratos en Brooklyn y Nueva York, y fue arrestada varias veces por embriaguez y escándalo público.

En una ocasión, se descubrió que trabajaba como camarera en un hotel de Manhattan.

Aunque inicialmente lo negó, más tarde admitió la verdad.

Esa publicidad le permitió un breve regreso a los escenarios, pero su salud mental y física seguía deteriorándose.

En los años 60, Verónica publicó una autobiografía que recibió críticas positivas.

Con las ganancias, coprodujo y protagonizó una película llamada “La Última Fiesta de la Carne”, que resultó ser un fracaso total.

Desilusionada, se trasladó al Reino Unido, donde se casó brevemente con un capitán de barco inglés llamado Robert Carleton.

En 1973, regresó a Estados Unidos, pero su estado de salud era crítico.

Sufría de hepatitis e insuficiencia renal debido al alcoholismo.

Enemistada con su familia, ni su madre ni sus cuatro hijos acudieron a su funeral.

Verónica Lake falleció el 7 de julio de 1973 en Vermont, a la edad de 50 años.

Sus cenizas fueron esparcidas en las Islas Vírgenes, un lugar que los Marines habían querido nombrar en su honor.

Su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood sigue brillando, pero su vida es un recordatorio de cómo la fama puede destruir incluso a las personas más talentosas.

La historia de Verónica Lake es, sin duda, una de las más tristes de Hollywood

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