⚔️ “Cuando la Risa se Clava como un Puñal” – Wyoming y el Juicio Público contra la Neutralidad Deportiva 🕰️🌪️

La última etapa de la Vuelta a España 2025 no terminó con un sprint, sino con un silencio cargado de gritos.
Más de 100,000 personas tomaron las calles de Madrid para exigir el fin de la masacre en Gaza y la exclusión de Israel de las competiciones deportivas.
La protesta paralizó la capital, obligó a suspender la carrera y transformó un evento deportivo en una denuncia internacional.
Fue en ese escenario donde Wyoming, desde El Intermedio, se convirtió en eco de la multitud.
Con su estilo sarcástico, recordó cómo algunos aficionados, perplejos, despertaron de la siesta esperando ciclistas y se encontraron antidisturbios.
Esa imagen, grotesca y cómica a la vez, le sirvió de punto de partida para desnudar la hipocresía de quienes aún insisten en separar política de deporte.
Wyoming fue directo: cuando hay un genocidio en curso, no existe neutralidad.
La tibieza se convierte en complicidad.
Sin nombrarlo, cada palabra iba dirigida a Perico Delgado, quien había pedido “no mezclar política y ciclismo” y había acusado a los manifestantes de antisistema violentos.
El humorista respondió sin nombrar, pero con dureza.

Comparó lo ocurrido en Madrid con el Tour de Francia, donde el equipo israelí compitió sin oposición.
Mientras en Francia reinó el silencio, en España se escuchó un rugido.
Ese contraste fue, para él, la prueba de que la protesta no solo tenía sentido, sino que había cumplido su misión: romper la normalidad para que el mundo mirara hacia Gaza.
Wyoming usó una metáfora brutal para clavar el mensaje: “Un genocidio no se detiene en silencio, igual que no se puede hacer una tortilla sin romper huevos”.
La frase, contundente, destrozó de raíz el discurso de los que pedían protestar sin incomodar.
Para él, la incomodidad no es un fallo, es la esencia misma de la lucha.
Sin ese ruido, las bombas siguen cayendo sin que nadie mire.
Su crítica también apuntó contra quienes intentaron desprestigiar la protesta calificándola de violenta.
Recordó que la ocupación fue mayoritariamente pacífica y que los incidentes aislados fueron magnificados para criminalizar la movilización.
Esa estrategia, señaló, se repite en la historia: siempre se acusa de violentos a quienes interrumpen la comodidad del poder.
Con la misma mordacidad, Wyoming desarmó el argumento de que la Vuelta había quedado manchada.
Señaló que si el sacrificio de un aficionado fue perder un sprint, mientras otros pierden la vida bajo bombas, la comparación era obscena.
La verdadera mancha no estaba en el ciclismo, sino en el silencio de quienes cierran los ojos.

Uno de los momentos más potentes de su intervención fue cuando recordó que apenas dos semanas antes solo cinco personas habían protestado en Figueres.
De ese puñado se pasó a más de 100,000 en Madrid.
Ese crecimiento explosivo, dijo, es la prueba viva de que la indignación social está creciendo y que el pueblo español no está dispuesto a ser cómplice.
En su discurso, Wyoming no solo defendió la protesta: la elevó a categoría histórica.
Afirmó que España había dado una lección al mundo, demostrando que la calle podía marcar la agenda global cuando los gobiernos miran hacia otro lado.
Lo ocurrido no fue un incidente aislado, sino un aviso: el silencio ya no es una opción.
En ese punto, la diferencia entre él y Perico Delgado se volvió abismal.
Mientras el ex ciclista pedía separar deporte y política, Wyoming recordó que la historia está llena de ejemplos donde los estadios, las pistas y las olimpiadas fueron escenarios de protesta.
Desde el saludo del Black Power en México 68 hasta el boicot contra Sudáfrica en tiempos del apartheid.
Fingir que el deporte es neutral es, simplemente, una mentira.
Y esa mentira, cuando encubre un genocidio, se convierte en una vergüenza.

El presentador cerró su intervención con una frase que resonó como un martillazo: “Hoy somos miles, mañana seremos millones”.
No era solo un comentario televisivo, era un llamado a la acción.
Para él, lo de Madrid no fue el final de una carrera, sino el inicio de una cadena de protestas que debería repetirse en cada país, en cada competición, en cada escenario internacional donde Israel
intente blanquear su imagen mientras en Gaza corre la sangre.
Su mensaje final fue simple, pero devastador: callar es complicidad.
Y quienes piden silencio no defienden el deporte, defienden la comodidad de no mirar el horror.
Wyoming no necesitó nombrar a Perico Delgado.
Lo desarmó con un discurso que fue más fuerte que cualquier confrontación directa.
Y en ese choque invisible, en ese contraste entre la cobardía de pedir neutralidad y el coraje de incomodar al poder, quedó marcada una lección: cuando se trata de genocidio, la verdadera derrota
es quedarse callado.