El declive de Pablo Iglesias: ¿Qué hay detrás de su expulsión de la Complutense?
Pablo Iglesias, una figura que durante años fue sinónimo de renovación política y activismo académico, ha sufrido un golpe inesperado en su carrera: la Universidad Complutense de Madrid ha decidido no renovar su contrato como profesor asociado en la Facultad de Ciencias Políticas.
Esta noticia, confirmada por el propio Iglesias a través de un comunicado en sus redes sociales, marca un antes y un después en la vida profesional del exvicepresidente del gobierno y cofundador de Podemos.
Iglesias se incorporó a la Complutense en 2022, un paso que muchos vieron como una continuidad natural de su trayectoria, donde la política y la docencia se entrelazaban.
Sin embargo, el Tribunal Evaluador encargado de valorar su renovación no le otorgó la puntuación suficiente para mantener su plaza.

Aunque las entrevistas formales aún estaban pendientes, el exlíder de Podemos reconoció que la decisión estaba prácticamente tomada de antemano.
El proceso de selección no fue sencillo.
Iglesias se presentó a tres plazas distintas para impartir asignaturas relacionadas con el sistema político español, gobernanza global y análisis político.
A pesar de su experiencia en el ámbito político y mediático, el tribunal consideró que otros candidatos contaban con una mejor experiencia profesional fuera de la docencia.
Esta valoración ha generado una cierta ironía, dado que gran parte de la carrera política de Iglesias se construyó precisamente desde los espacios académicos y mediáticos, donde se presentaba como un referente intelectual y académico.

Este desenlace pone en evidencia un cambio significativo en la percepción que se tiene de Pablo Iglesias, tanto dentro como fuera de la universidad.
Hace apenas dos años, su expediente académico había sido valorado mucho más favorablemente.
Sin embargo, la realidad actual es muy diferente.
En los últimos tiempos, miembros de Podemos han estado en el centro de controversias, incluyendo acusaciones de acoso hacia alumnas, lo que ha afectado la imagen del partido y, por extensión, la de sus fundadores.
La Universidad Complutense parece estar enviando un mensaje claro: no quiere que figuras vinculadas a esos escándalos continúen ocupando espacios en sus aulas.

Esta decisión no solo refleja un cambio en la valoración académica de Iglesias, sino también un distanciamiento institucional de su figura y la de su entorno político.
El impacto de esta expulsión va más allá del ámbito académico.
Iglesias ha perdido peso en la política, en los medios de comunicación y ahora también en la universidad.
Durante años, fue una figura reverenciada por sectores de la izquierda universitaria, pero esa admiración ha dado paso a una crítica más dura y a un cuestionamiento de su relevancia y ética.
A pesar de que Pablo Iglesias ha insistido en que disfrutó impartiendo clases y que su vocación docente era sincera, lo cierto es que ha sido apartado no por la presión de la derecha política ni por campañas mediáticas adversas, sino por sus propios pares académicos.
Este hecho subraya un cambio profundo en su entorno y en la valoración de su trabajo.
El declive de Iglesias en la Complutense es un reflejo de su situación actual en el escenario político nacional.
Su influencia ha disminuido notablemente desde su salida del gobierno y la pérdida de apoyo dentro de Podemos.
Este episodio puede interpretarse como un símbolo de la pérdida de poder y prestigio que ha experimentado en los últimos años.
Además, la expulsión de Iglesias abre un debate sobre la relación entre la política y la academia en España.

¿Deberían las universidades ser espacios neutrales donde la experiencia política no influya en las decisiones académicas?
¿O es inevitable que la carrera política de una persona afecte su valoración como docente?
En este caso, la respuesta parece inclinarse hacia la segunda opción, ya que la trayectoria política y las polémicas asociadas han pesado en la decisión final.
En conclusión, la expulsión de Pablo Iglesias de la Complutense no es solo una noticia aislada, sino un reflejo de un cambio de ciclo en su vida profesional y personal.
Su figura, que alguna vez fue símbolo de renovación y esperanza para muchos, ha sido cuestionada y relegada por sus propios colegas académicos.
Este episodio marca un punto de inflexión que podría definir el rumbo futuro de su carrera, tanto en la política como en la docencia.
Mientras tanto, Iglesias deberá replantearse sus próximos pasos y cómo recuperar la credibilidad y el apoyo perdido.
La universidad, que alguna vez fue un espacio de legitimación para su figura, ha cerrado una puerta importante.
El futuro de Pablo Iglesias, lejos de ser claro, está lleno de incertidumbres y desafíos que sólo el tiempo podrá resolver.
Este caso también invita a reflexionar sobre el peso de la reputación y las consecuencias de las acciones políticas en otros ámbitos profesionales.
La historia de Iglesias en la Complutense será, sin duda, un ejemplo para analizar la compleja interacción entre política, academia y sociedad en España.