¡Caos en “Todo es mentira”! Risto Mejide corta el programa tras estallido contra Antonio Naranjo
El pasado lunes, el programa “Todo es mentira”, presentado por Risto Mejide en Cuatro, vivió uno de sus momentos más tensos y polémicos.
El motivo fue un debate sobre la posible expulsión de Israel de Eurovisión debido a los crímenes cometidos en Gaza.
Lo que parecía una discusión con matices se convirtió rápidamente en una batalla dialéctica cargada de gritos, insultos y acusaciones cruzadas.
La chispa que encendió el conflicto fue una pregunta planteada por el propio Risto Mejide: ¿Debería Israel ser expulsado de Eurovisión por sus acciones en Gaza?
Ignacy Guardans, exdirectivo de la Unión Europea de Radiodifusión (UER), respondió con un enfoque diplomático y contextualizado, explicando los criterios que regulan la expulsión de países en el festival.

Sin embargo, la intervención de Antonio Naranjo, colaborador habitual, cambió el tono del debate.
Naranjo equiparó las críticas a Israel con antisemitismo, defendió al primer ministro Netanyahu y acusó a la izquierda progresista europea de justificar actos violentos mediante discursos humanitarios.
Este planteamiento radical generó una reacción inmediata y crispada entre los presentes.
Emilio Delgado, portavoz de Más Madrid, le reprochó directamente que no se puede llamar antisemita a quien denuncia violaciones de derechos humanos.
Pero Naranjo no cedió, elevó el tono y desvió el debate hacia comparaciones con Rusia y acusaciones a la “progresía” europea de ocultar su odio bajo causas nobles.

La discusión pronto se tornó caótica.
Se perdieron los turnos de palabra, las interrupciones fueron constantes y el respeto desapareció.
Risto Mejide intentó mediar, repartir tiempos y mantener el orden, pero la tensión ya era insoportable.
La gota que colmó el vaso llegó cuando Guardans planteó una pregunta directa y dura: ¿Quién es peor, el que mata niños o el que los quema vivos? Naranjo reaccionó con gritos y acusaciones personales, comparando a Guardans con ETA, lo que fue considerado un ataque grave e infundado.
Ante esta situación, Risto Mejide no tuvo más remedio que interrumpir el programa y pedir que retiraran a ambos colaboradores para recuperar el control.

Su frase, “Quitádmelo ya”, fue un acto de defensa periodística para evitar que el espectáculo y los egos eclipsaran el contenido y el análisis.
Este episodio no es un caso aislado.
La estrategia de Naranjo, según expertos en comunicación, es generar conflicto y titulares a costa del debate riguroso.
Su método consiste en lanzar provocaciones extremas, victimizarse cuando recibe críticas y desviar el foco hacia ataques personales.
De esta forma, bloquea cualquier crítica legítima y convierte el debate en un espectáculo polarizado.

La acusación de antisemitismo es una de las armas más peligrosas en este contexto, pues igualar toda crítica a Israel con odio a los judíos impide hablar de los crímenes de guerra, del sufrimiento de civiles y de las violaciones de derechos humanos en Gaza.
Esta confusión deliberada silencia voces y paraliza la justicia.
El programa, que tenía potencial para abordar temas complejos como la diplomacia cultural en Eurovisión y la coherencia internacional en sanciones a países, perdió esa oportunidad.
La bronca entre los tertulianos desplazó el debate hacia confrontaciones personales, reproches sobre nacionalismos y acusaciones infundadas.
Mientras en Gaza mueren miles de civiles, el plató se convirtió en un campo de batalla ideológico donde el ruido y la indignación forzada sustituyeron al análisis y a la reflexión.

Risto Mejide, que ha demostrado ser un presentador capaz de frenar discusiones tóxicas, tuvo que actuar de árbitro para intentar salvar la dignidad del programa.
Este incidente pone en evidencia un problema mayor: la televisión y algunos medios están priorizando el espectáculo, el enfrentamiento y el ruido antes que la información rigurosa y el respeto.
Cuando un espacio dedicado al análisis político se convierte en un ring, pierde su función social y contribuye a la desinformación y a la polarización.
Los espectadores quedaron atónitos ante el espectáculo y muchos expresaron su frustración en redes sociales, reclamando debates con límites claros y respeto entre los participantes.
La pregunta original, sobre la participación de Israel en Eurovisión en medio de una guerra, quedó sepultada bajo el ruido.

Este caso invita a reflexionar sobre el papel de los medios en temas sensibles y sobre la responsabilidad de los presentadores para mantener un ambiente propicio para el diálogo.
La libertad de expresión no debe ser excusa para la falta de respeto ni para el uso de acusaciones graves sin fundamento.
En definitiva, el estallido en “Todo es mentira” es un reflejo de cómo la crispación y los egos pueden desvirtuar un debate fundamental.
La televisión tiene el poder de informar, educar y construir opinión pública, pero también puede caer en la trampa del espectáculo vacío y la confrontación sin sentido.
Mientras tanto, la tragedia en Gaza continúa y las víctimas esperan que los medios les den voz con seriedad y humanidad, no con gritos ni polémicas vacías.

El desafío está en recuperar el respeto y la profundidad en los debates para que la verdad y la justicia no queden silenciadas por el ruido.
¿Crees que los medios deben poner límites claros en sus debates?
¿Se puede criticar al gobierno israelí sin ser acusado de antisemitismo?
¿Qué papel deben jugar los presentadores en mantener la calidad y el respeto en la televisión?
Este episodio nos deja muchas preguntas y la urgencia de respuestas.