Buenas noches.
¿Cómo te llamas? Yo soy un niño de Oaxaca.

No tengo poder, no tengo dinero y tampoco tengo quien me escuche, pero tengo algo que nadie me puede quitar, la verdad.
Y hoy quiero hablar porque ya no puedo quedarme callado viendo cómo se desangra mi país.
Desde que nací he escuchado balazos más veces de las que he oído canciones.
Mi mamá me dice que antes no era así, que cuando ella era niña todavía se podía salir a la calle sin miedo.
Pero yo no conozco ese México.
El mío huele a miedo.
Suena a gritos.
Se escribe con sangre.
A veces pienso que nací en el lugar equivocado, porque en México ser pobre es ser invisible y ser niño es no tener voz.

Pero aunque no tenga micrófono, aunque no tenga una silla en el Congreso, yo tengo una historia que contar y tal vez si la cuento alguien allá afuera la escuche.
Yo no soy político, yo no soy periodista, pero sí tengo ojos, tengo oídos y tengo corazón y mi corazón ya no puede más.
¿Saben cuántos muertos ha dejado este gobierno? ¿Saben cuántas mamás lloran todos los días a sus hijos? ¿Cuántos niños como yo crecen sin papá, sin hermanos, sin tíos por culpa de las balas? En 2022 mataron a 20 personas en San Miguel Totolapan, Guerrero, en pleno velorio.
En 2019 asesinaron a mujeres y niños de la familia Levarón en Sonora.
¿Y qué hizo el gobierno? Nada, solo abrazos.
Y abrazos no detienen balas.

¿Y qué hay de los periodistas? ¿Sabían que desde que llegó este gobierno más de 40 periodistas han sido asesinados? Más de 40.
¿Saben por qué los mataron? Por hacer su trabajo, por investigar, por decir la verdad.
Porque en este país decir lo que pasa también te puede costar la vida.
Los mataron por contar historias como la mía, por no quedarse callados.
Y al gobierno ni siquiera se le ve la vergüenza en la cara, solo silencio, impunidad y olvido.
¿Cómo vamos a confiar en un sistema que permite que los que denuncian terminen en una fosa? Mi tío se llamaba Eliseo.
Era campesino, nunca le hizo daño a nadie.
Una tarde iba en su camioneta regresando de vender café.

En el camino se topó con una balacera entre narcos.
Querían ese pedazo de tierra y lo mataron por estar ahí.
Tres balas, una en el pecho.
Tenía 37 años.
Mi primo, su hijo, ahora llora en las noches pidiendo a su papá.
¿Y qué le decimos? ¿Que fue culpa de la abrazoterapia? ¿Que su papá fue una víctima colateral de un estado que no quiso actuar? A mí no me representa un presidente que dice que todo está bien cuando a mi alrededor Teo está mal.
Que no ve los secuestros, los cuerpos colgados, los desaparecidos, las fosas o ya se cansó de ver.
Porque nosotros sí nos cansamos, pero de enterrar gente.

Miren, El Salvador era el país más violento del mundo y ahora es el más seguro porque llegó alguien que no tuvo miedo, que no vino a prometer sino a limpiar.
Aquí en México necesitamos un buquele, un presidente que no regale cosas, que no mienta, sino que nos devuelva el derecho a vivir sin miedo.
Yo no quiero crecer viendo muertos.
Yo no quiero aprender a distinguir el sonido de un cuerno de chivo.
Yo quiero ir a la escuela sin que me disparen.
Yo quiero jugar fútbol, no esconderme debajo de una mesa.
Yo no quiero que mi mamá me diga, “Métete, ya empezaron los balazos.
” Yo quiero escuchar música, no disparos.

Quiero ver niños riendo, no madres llorando.
Quiero que este país despierte.
Por eso, si tú me escuchas, ayúdame, comparte mi voz, deja un comentario, suscríbete, porque si este mensaje llega a todo México, tal vez algo cambie.
Tal vez algún día despertemos y ya no haya tíos.
Tal vez algún día podamos decir, “Sí se pudo.
Yo soy un niño de Oaxaca y yo quiero un México en paz.
Soy de Oaxaca.
Tengo 9 años.