Cuando un nombre resuena durante más de medio siglo en la memoria colectiva de varias generaciones, no se trata de un simple artista, sino de un verdadero mito.
Julio Iglesias, nacido en Madrid en 1943, ha sido durante décadas la voz y el rostro de la canción romántica.
Ha recorrido los cinco continentes, ha vendido más de 300 millones de discos y ha cantado en más idiomas de los que muchos viajeros frecuentes logran escuchar en toda su vida.
Hoy con 83 años sigue siendo objeto de fascinación y misterio.
Su vida en la vejez no es la que muchos imaginan.
Lejos de los escenarios iluminados por reflectores, pero también lejos de la decadencia que algunos podrían esperar.
Su día a día es una mezcla de lujo, disciplina, nostalgia y una sorprendente vitalidad que lo mantiene en el centro de atención, incluso sin necesidad de cantar una sola nota.
Para entender cómo vive Julio Iglesias a los 83 años, hay que empezar por su refugio físico, las residencias que ha acumulado a lo largo de su carrera.
El cantante posee propiedades en distintas partes del mundo, pero las más icónicas son dos.
Su mansión en Indian Creek, una isla privada en Miami y su impresionante complejo en Puntacana, República Dominicana.
Indian Creek, conocida como la búnker de los millonarios, es un lugar donde la privacidad es sagrada.
Vecinos como Tom Brady o Jaret Kushner ilustran la magnitud de exclusividad de esta zona.
Allí Julio disfruta de vistas al océano, un ambiente de seguridad máxima y la tranquilidad que solo puede dar un lugar diseñado para que el mundo exterior no interfiera en la vida privada.
En Puntacana su historia es aún más personal.
Julio fue uno de los pioneros en ver el potencial turístico de esta zona dominicana cuando todavía era un lugar apenas explorado.
No solo compró terrenos, sino que participó en proyectos de desarrollo que transformaron la región en el paraíso vacacional que conocemos hoy.
Tubilla de estilo mediterráneo.
Se encuentra frente al mar y se extiende como un pequeño palacio con jardines tropicales, piscinas infinitas y un acceso privado a la playa.
Allí pasa largas temporadas rodeado de naturaleza y de un silencio que contrasta con el bullicio de su vida pública anterior.
A sus 83 años, estas residencias no son solo símbolos de riqueza, sino también refugios de paz.
Julio se mueve entre ellas dependiendo de la estación del año, de sus compromisos familiares o de sus necesidades médicas.
No es raro verlo pasar temporadas enteras en la República Dominicana, donde el clima cálido alivia los dolores propios de la edad y donde puede disfrutar de largas caminatas matutinas por la arena.
Quienes lo conocen aseguran que Julio Iglesias es un hombre obsesionado con la disciplina.
Esa obsesión que lo llevó a recuperarse de un accidente de tráfico que casi lo deja inválido en su juventud, sigue presente en su vejez.
Su rutina diaria es un ejemplo de esa fuerza de voluntad.
Julio se levanta temprano entre las 6 y las 7 de la mañana.
Lo primero que hace es un breve chequeo de su estado físico, estiramientos, ejercicios de respiración y cuando el cuerpo se lo permite, algo de natación en su piscina privada.
No puede correr como lo hacía en su juventud, pero mantiene la costumbre de ejercitarse para que la edad no se convierta en una cárcel.
Su dieta es otro aspecto central de su rutina.
A los 83 años, cuida cada bocado con la precisión de un atleta.
Evita los excesos de grasa y azúcares, prioriza las proteínas y las verduras frescas y bebe mucha agua.
Ha dejado atrás los excesos de vino y champán, que formaban parte del glamur de sus giras mundiales.
Ahora, el cuidado del cuerpo es una prioridad porque sabe que solo así puede seguir disfrutando de la vida con lucidez
