No hay crimen perfecto y la historia que estremece a Colombia y al mundo entero es la prueba irrefutable de esta premisa que ha resonado a lo largo de los siglos en la criminología forense.

Para comprender la magnitud de la tragedia que envolvió al reconocido estilista Mauricio Leal y a su madre Marleny Hernández es necesario adentrarse en las profundidades de la psicología humana y cuestionarse si la envidia es un veneno que es mejor despertar que sentir pues en este caso el móvil que condujo a un desenlace fatal fue precisamente ese deseo oscuro de poseer lo ajeno y la rabia contenida contra aquellos de la propia sangre que han logrado prosperar.

A veces estos sentimientos negativos se enquistan en el alma y llevan a las personas a cometer actos inimaginables que desafían la lógica del amor fraternal convirtiendo un hogar en un escenario de horror fríamente calculado.

El 22 de noviembre de 2021 comenzó como cualquier otro día en el calendario pero a las 6:19 de la mañana un mensaje de WhatsApp enviado desde el teléfono de Mauricio Leal a su conductor Yair marcó el inicio de la pesadilla.

El texto le indicaba que no llevara a la empleada del servicio y que él prefería dormir lo cual encendió las alarmas de inmediato en el círculo cercano del estilista.

Mauricio tenía una agenda apretada y compromisos ineludibles con celebridades de talla internacional como la Miss Universo Colombia y la Miss Universo Alemania con quienes debía firmar contratos millonarios esa misma mañana.

Para quienes conocían a Mauricio su ética de trabajo era inquebrantable y jamás cancelaría una cita de tal magnitud por un simple deseo de dormir más tiempo.

Karen Ruiz directora de marketing de la peluquería e hija del conductor notó de inmediato que algo no cuadraba.

Mauricio conocido cariñosamente como el niño genio tenía una particularidad en su comunicación digital y es que rara vez escribía textos largos debido a su mala ortografía pues confundía frecuentemente la be con la uve y por ello prefería enviar notas de voz en el noventa y cinco por ciento de las ocasiones.

Además el mensaje carecía de su sello personal pues Mauricio llamaba a todo el mundo baby sin importar su estado de ánimo y en aquel mensaje se dirigía a su conductor por su nombre de pila Yair con una redacción impecable que no correspondía a su estilo habitual.

La intuición de Karen y Yair no falló y esa sensación de extrañeza se transformó en pánico a medida que avanzaban las horas y Mauricio no aparecía.

La vida de Mauricio Leal hasta ese momento había sido una historia de superación digna de admirar.

Su carrera inició en Cartago Valle del cauca donde desde niño tuvo que trabajar para ayudar a su madre vendiendo empanadas y laborando en la construcción en oficios pesados conocidos como la rusa.

Sin embargo su fascinación por la estética lo llevaba a observar a los peluqueros de su pueblo a través de las vitrinas soñando con un futuro entre tijeras y tintes.

Su talento era innato una estrella con la que se nace y que no requiere de años de academia para brillar.

Rápidamente se convirtió en el estilista más solicitado de su pueblo y posteriormente de Cali donde abrió su primer local en 1991 con sus ahorros.

Su fama creció como la espuma y pronto las celebridades y la élite colombiana le aconsejaron trasladarse a Bogotá donde consolidó su imperio en la Zona Rosa y luego en un exclusivo sector cercano.

Mauricio hacía magia con sus manos y su carisma lo llevó a atender a figuras como Paris Hilton convirtiéndose en un referente de la moda y la belleza en el país.

Vivía en un sector exclusivo de La Calera en el conjunto residencial Arboreto junto a su madre Marleny a quien adoraba y consentía como a una reina cumpliendo su promesa de darle todo lo que merecía.

Hacía cuatro meses su hermano Jhonier Leal se había mudado con ellos tras su separación matrimonial recibiendo el apoyo incondicional de Mauricio quien siempre tuvo un corazón generoso para con su familia.

Sin embargo bajo el techo de esa mansión se cocinaban tensiones invisibles alimentadas por la disparidad en el éxito de los dos hermanos.

Mientras Mauricio era asediado por la fama y el dinero Jhonier luchaba con deudas y un negocio que no prosperaba al mismo ritmo.

La relación entre Mauricio y su madre era de una complicidad absoluta especialmente después de que él le confesara su orientación sexual lo que los unió aún más creando un vínculo que quizás generaba celos en Jhonier quien veía cómo su hermano era el centro del universo materno.

El desenlace de esta tensión familiar se descubrió cuando Yair y Jhonier llegaron a la casa en La Calera a las 2:30 de la tarde después de que nadie lograra comunicarse con las víctimas.

La actitud de Jhonier desde el primer momento fue sospechosa pues entregó las llaves al conductor para que entrara primero mientras él se quedaba rezagado simulando hacer una llamada o revisando su celular.

Al ingresar Yair sintió un frío sepulcral y un silencio anómalo que no correspondía a la vitalidad habitual de la casa donde siempre había música o el sonido del televisor de Doña Marleny.

Tras revisar la habitación de la madre y encontrarla vacía pero ordenada se dirigieron al segundo piso donde la habitación de Mauricio estaba cerrada con candado.

Fue necesario acceder por una puerta ventana del balcón que extrañamente estaba abierta algo inusual en las estrictas rutinas de seguridad de Mauricio.

Al levantar el blackout Yair se encontró con la macabra escena de los cuerpos sin vida de Mauricio y su madre sobre la cama.

Al comunicar la noticia Jhonier reaccionó con una frase teatral preguntando qué había hecho su hermano asumiendo de inmediato la teoría del suicidio homicidio sin siquiera haber verificado el estado de sus familiares.

Su frialdad fue pasmosa pues en lugar de correr a auxiliar a su madre o hermano ordenó no tocar nada y llamar a la policía manteniéndose distante de los cuerpos.

La escena del crimen parecía montada para contar una historia falsa: Mauricio con un cuchillo en el abdomen pastillas un vaso y una carta de despedida que rezaba un perdón y la cesión de todos sus bienes a su hermano y sobrinos.

La carta escrita con trazos temblorosos y evidentes signos de coacción decía los amo perdónenme no aguanto más a mis sobrinos y hermanos les dejo todo con todo mi amor perdóname mamá seguida de unos números ininteligibles.

Los días siguientes a la tragedia Jhonier Leal mostró una conducta que distaba mucho de la de un doliente.

No derramó lágrimas en el funeral y parecía más afectado por la muerte de una mascota anterior que por la pérdida de su madre y hermano.

Su interés se volcó casi de inmediato hacia los bienes materiales preguntando a su abogada y familiares sobre la herencia la administración de las cuentas bancarias y la posibilidad de seguir siendo el heredero incluso si iba a la cárcel.

Estas preguntas hechas apenas horas después de los interrogatorios en la fiscalía revelaron una ambición desmedida y una desconexión emocional total con la tragedia.

Jhonier tomó posesión de la peluquería instalando su propio datáfono para desviar los ingresos a sus cuentas personales y se autoproclamó gerente general con una rapidez que asombró a empleados y amigos.

Mientras tanto la Fiscalía General de la Nación armaba un rompecabezas forense que desmontaría la coartada del hermano envidioso.

Las pruebas técnicas fueron contundentes y devastadoras para la defensa de Jhonier.

Se estableció una ventana de muerte entre las 11:45 de la noche del 21 de noviembre y las 5:53 de la mañana del 22 de noviembre lapso en el cual los teléfonos de las víctimas dejaron de tener actividad humana real.

Sin embargo el celular de Jhonier registró un uso intensivo de datos durante la madrugada coincidiendo con los momentos en que se perpetraba el crimen y se alteraba la escena.

Los análisis forenses determinaron que Mauricio presentaba cuatro heridas en el abdomen y su madre una herida mortal.

La posición de los cuerpos indicaba que habían sido acomodados post mortem; Marleny estaba cubierta con una sábana como si la hubieran limpiado y Mauricio tenía una almohada bajo el brazo sosteniendo el cuchillo de una manera anatómicamente improbable para un suicida.

La reconstrucción de los hechos reveló una crueldad inimaginable.

Jhonier ingresó primero a la habitación de su madre y acabó con su vida mientras ella dormía dejándola en un estado de indefensión total.

Luego subió al cuarto de Mauricio a quien hirió y obligó bajo amenaza a escribir la carta de suicidio aprovechando que los trazos de la letra coincidían pero reflejaban una presión psicológica extrema y desorientación espacial.

Para asegurar su inmovilidad lo obligó a ingerir nueve pastillas de un potente somnífero Zopiclona dejándolo a merced de su verdugo quien procedió a terminar con su vida utilizando un segundo cuchillo traído de la cocina pues la hoja del primero se había quedado alojada en el cuerpo de la víctima.

Tras cometer el doble homicidio Jhonier se dedicó a limpiar la escena del crimen trasladando el cuerpo de su madre hasta la habitación de Mauricio cambiando las sábanas manchadas de sangre que nunca aparecieron y limpiando el rastro de evidencia.

Sin embargo como reza el dicho no hay crimen perfecto y los detalles microscópicos lo delataron.

Se encontró una toalla en su baño con sangre de Marleny y rastros biológicos en el sifón de su ducha donde intentó lavar la evidencia usando grandes cantidades de desinfectante.

Además se halló un trapero con sangre en el balcón de su habitación.

La coartada de que él dormía profundamente se desmoronó ante los registros de su actividad telefónica y la inconsistencia de sus declaraciones.

Las notas de voz enviadas desde el celular de Mauricio en la mañana del 22 de noviembre fueron analizadas por expertos en acústica forense quienes determinaron que la voz no correspondía a la del estilista confirmando que Jhonier había suplantado a su hermano para ganar tiempo y evitar que la empleada descubriera los cuerpos antes de que él pudiera salir de la casa.

La presión de las pruebas fue tal que el 14 de enero de 2022 la Fiscalía capturó a Jhonier Leal acusándolo de homicidio agravado y ocultamiento de material probatorio.

En el momento de su captura se le encontraron cincuenta millones de pesos en efectivo una suma sospechosa para alguien que días antes alegaba estar en la quiebra.

Durante la audiencia de imputación de cargos Jhonier mantuvo inicialmente su inocencia con una frialdad que indignó al país declarando que jamás tocaría a su madre ni a su hermano.

Sin embargo ante la contundencia del acervo probatorio presentado por el fiscal quien detalló minuto a minuto la cronología del horror Jhonier no tuvo más salida que aceptar los cargos en una declaración que muchos consideraron parte de una estrategia para reducir su pena más que un acto de arrepentimiento genuino.

Pidió perdón a su familia y a Colombia prometiendo que un acto así no volvería a ocurrir aunque sus lágrimas fueron percibidas como cocodrilos por una opinión pública que ya lo había condenado moralmente.

La Fiscalía procedió a la extinción de dominio de los bienes que Jhonier intentaba heredar asegurando que el crimen no pagara.

Se revelaron detalles escalofriantes como la modificación de una nota de texto en el celular de Mauricio a las 6:15 de la mañana donde supuestamente el estilista se despedía hablando de su depresión y de no aguantar más la traición de sus amigos un texto que claramente fue redactado por Jhonier para justificar el falso suicidio utilizando términos y resentimientos que eran propios de él y no de su hermano.

El caso de Mauricio Leal se convirtió en un espejo doloroso para la sociedad colombiana mostrando cómo la envidia y la codicia pueden destruir los lazos más sagrados.

La imagen de Mauricio un hombre que construyó su éxito con trabajo duro y generosidad contrasta violentamente con la de Jhonier quien buscó el camino fácil a través de la eliminación de aquellos que le tendieron la mano.

La justicia aunque tardía llegó para esclarecer que Mauricio no se quitó la vida sino que le fue arrebatada por la persona en quien más debía confiar.

El legado de Mauricio Leal permanece en la memoria de quienes lo conocieron como un ser de luz mientras que Jhonier enfrenta una condena social y penal que lo mantendrá tras las rejas por décadas.

Aunque intentó apelar la sentencia inicial de sesenta años alegando que se trataba de una cadena perpetua encubierta la brutalidad de sus actos y la premeditación con la que actuó dejan poco margen para la clemencia.

La audiencia final programada para mediados de 2024 definirá el destino de un hombre que creyó poder burlar a la justicia divina y humana pero que terminó atrapado en la red de sus propias mentiras.

La pregunta inicial sobre si la envidia es mejor despertarla que sentirla cobra una dimensión trágica en esta historia pues fue ese sentimiento corrosivo el que borró del mapa a una familia y dejó una cicatriz imborrable en la historia criminal del país recordándonos que el corazón humano alberga sombras que cuando se desatan son capaces de apagar la luz más brillante.