Empezamos en materia informativa con esta noticia trágica, no dolorosa.

Icarios asesinaron al futbolista Mario Pineida en el norte de Guayaquil.
Sigue la expectativa por la muerte del jugador Mario Pineida.
Nos conectamos inmediatamente en vivo con Ecuador.
Abren el estudio de Mario Pineida y lo que encuentran ahí deja a todos con la boca abierta.
El futbolista Mario Pineida.
Un nombre que muchos asociaban con disciplina, familia y una vida aparentemente ordenada.
Un hombre que ante los ojos del público era casado, respetuoso, estable, alguien que parecía tenerlo todo bajo control.
Pero todo cambió el día en que ese estudio privado fue abierto.

Un espacio al que casi nadie tenía acceso.
Un lugar donde Mario pasaba largas horas solo, donde guardaba cosas que nunca llevó a la cancha ni mostró frente a las cámaras.
Ahí dentro no encontraron lujos exagerados, encontraron secretos, una laptop, varios dispositivos UCB, cartas escritas a mano, papeles sueltos con frases incompletas, ideas, pensamientos, confesiones, todo parecía detenido en el tiempo, pero había algo que no estaba.
El celular de Mario Pineida no apareció por ningún lado, ni en el estudio, ni en la casa, ni entre sus pertenencias personales.
¿Dónde está ese celular? ¿Quién lo tiene? ¿Y por qué es lo único que desapareció? Eso lo veremos más adelante.
La laptop, en cambio, estaba abierta.
Ya había sido revisada y lo que contenía nadie lo esperaba.
conversaciones largas, mensajes íntimos, audios, archivos ocultos, una comunicación constante con otra mujer.

No era su esposa, aunque muchos creyeron reconocerla en un vídeo que circuló después, esa mujer no era la que todos pensaban.
Según esta noticia, se trataba de alguien más, alguien que ocupaba un lugar que nadie conocía, alguien que formaba parte de una vida paralela, un amor oculto, una relación en las sombras, una verdad que nunca debió salir del estudio.
Desde ese momento, las preguntas comenzaron a multiplicarse.
¿Quién más sabía de esto? ¿Desde cuándo? ¿Y qué papel jugó todo esto en lo que ocurrió después? Porque cuando se abren puertas que debieron permanecer cerradas, las consecuencias suelen ser impredecibles.
Esta no es una historia ni un cuento.
Esto es lo que está pasando en nuestro alrededor.
Pero lo que se descubre al abrir ese estudio es tan perturbador que nadie volvió a ver a Mario Pineida de la misma manera.

Quédate hasta el final porque lo que se revela después.
Deja a todos en shock.
El estudio que nunca debió abrirse.
El lugar estaba cerrado.
Nadie había entrado ahí desde aquella noche de la tragedia de la muerte a manos de sicarios.
Un cuarto pequeño apartado del resto de la casa al que Mario solo entraba cuando quería estar solo.
Su espacio privado, su refugio, el lugar donde según quienes lo conocían, pasaba horas escribiendo, grabando y guardando cosas que no compartía con nadie.
Cuando las autoridades decidieron abrir ese estudio, no lo hicieron por curiosidad, lo hicieron porque algo no cuadraba, porque había demasiadas preguntas sin respuesta, porque había piezas que faltaban.
La puerta se abrió lentamente.

Dentro todo parecía normal al principio.
Una mesa de trabajo, libretas, un par de discos duros, una cámara apagada, pero había algo que inmediatamente llamó la atención.
Su celular no estaba, nunca apareció, ni en el lugar donde ocurrió todo, ni en la casa, ni entre sus pertenencias personales.
En cambio, sobre el escritorio estaba su laptop encendida.
Eso fue lo primero que estremeció a quienes estaban ahí, porque alguien había estado revisando ese equipo recientemente.
No era un objeto olvidado, no era un aparato abandonado, estaba activo como si hubiera sido usado poco antes de que todo se desatara.

Al revisar el contenido, comenzaron a aparecer archivos que nadie esperaba encontrar.
Videos guardados con nombres extraños, carpetas ocultas, conversaciones largas, detalladas, íntimas.
No había imágenes explícitas, pero no hacía falta.
Las palabras lo decían todo.
Mario llevaba una vida paralela.
mensajes que hablaban de encuentros, de promesas, de comparaciones, de una relación que no debía existir.
Una mujer aparecía una y otra vez en esas conversaciones.
Una presencia constante, cercana, demasiado cercana.

Y lo más inquietante, algunos de esos mensajes ya habían sido abiertos antes.
Eso significaba una sola cosa.
Alguien más lo sabía.
Según esta historia, su esposa habría tenido acceso a ese material tiempo atrás.
No una suposición ligera, sino una posibilidad que surgía al ver los registros, las fechas, los archivos movidos.
Nada confirmado, nada probado, solo indicios que levantaban una nube de dudas.
A partir de ese momento, el caso dejó de ser solo una tragedia.
se convirtió en una bomba de tiempo porque mientras el celular seguía desaparecido, como si alguien lo hubiera hecho desaparecer a propósito, la laptop hablaba y lo que decía no era cómodo, no era simple, no era inocente.
Las preguntas comenzaron a multiplicarse.
¿Por qué el celular nunca apareció? ¿Por qué ese equipo seguía ahí intacto? ¿Quién sabía de esa relación? ¿Y quién tenía motivos para querer que ciertas cosas nunca salieran a la luz? Afuera, la familia guardaba silencio.
Dentro, el estudio contaba una historia completamente distinta, una historia de secretos, de traiciones emocionales y de decisiones que una vez tomadas ya no se pueden deshacer.
Ese fue el momento exacto en que todo cambió, porque abrir ese estudio no aclaró el caso, lo volvió aún más oscuro.
Y apenas era el comienzo, lo que decían los archivos que nadie debía leer.
La laptop no solo estaba encendida, estaba hablando.
Cada archivo abierto parecía una pieza de una historia que Mario nunca contó en voz alta.
No eran simples mensajes sueltos, era una conversación constante, prolongada en el tiempo, cargada de confianza, de cercanía, de algo que iba mucho más allá de una amistad.
Una mujer aparecía una y otra vez en los chats.
No tenía nombre completo, solo un apodo, un alias que se repetía en carpetas, en notas de voz, en documentos guardados con fechas específicas, como si Mario hubiera querido recordar exactamente cuando empezó todo y cuando se volvió peligroso.
Las conversaciones eran largas, no hablaban solo de encuentros, hablaban de emociones, de frustraciones, de comparaciones silenciosas, de una vida que él sentía que no podía vivir a la luz del día.
En una de las notas de voz se escuchaba una risa.
Suisa relajada, distinta a la que mostraba en público.
Una risa que solo aparece cuando alguien se siente seguro, cuando cree que nadie más está escuchando.
Había mensajes que decían, “Contigo puedo ser yo.
Esto no lo entiende nadie más.
Algún día todo va a cambiar.
” Pero también había otros más inquietantes, mensajes borrados parcialmente, fragmentos recuperados, palabras que terminaban abruptamente, como si alguien hubiera detenido la conversación de golpe.
Y ahí apareció lo más extraño.
Al revisar los registros del sistema, se notaba que algunos archivos habían sido abiertos semanas antes.
No por Mario, o al menos no en los horarios en los que él solía usar su computadora.
Alguien más había leído esos mensajes.
Alguien más había escuchado esas notas de voz.
Alguien más había visto lo que no debía.
La mujer misteriosa no aparecía en ningún otro lugar.
No había fotos claras, solo imágenes eliminadas recuperadas parcialmente, donde se veían sombras, reflejos, manos entrelazadas.
Nada explícito, pero lo suficiente para entender que esa relación existía y era real.
Según esta historia ficticia, esa revelación fue una bomba silenciosa dentro del entorno familiar.
No hubo gritos públicos, no hubo escenas visibles, solo un cambio, un ambiente distinto, una tensión que empezó a sentirse incluso antes de aquella noche que lo cambió todo.
Lo más inquietante no era la relación en sí, era el momento.
Los últimos mensajes eran recientes, muy recientes, algunos enviados horas antes de que todo ocurriera, como si Mario hubiera estado viviendo dos realidades al mismo tiempo, sin saber que ambas estaban a punto de colisionar.
Y entonces apareció una conversación distinta, un chat sin nombre, sin foto, sin historial largo, solo mensajes breves, directos, fríos, nada emocional, nada romántico.