Erika nunca imaginó que algo tan absurdo como una publicación sobre brujería pudiera alterar su vida de esa manera.

Aquella tarde, mientras revisaba los titulares que circulaban, se topó con uno que mencionaba directamente a su esposo, Charlie.
Decía que un grupo de mujeres había pagado para lanzar una maldición contra él.
Al principio pensó que era una burla más un ataque político como tantos otros, pero lo que vino después fue distinto.
Las palabras hechizo, ritual y energía oscura se repetían una y otra vez hasta volverse imposibles de ignorar.
Erika sintió un nudo en el estómago.
No era miedo, era algo más profundo, una sensación de alerta, como si el peligro estuviera ya dentro de su casa.
Charlie la notó nerviosa y trató de quitarle importancia.

“Son solo locos en internet”, le dijo con voz tensa, aunque él también se veía alterado.
Pero esa misma noche la tensión se transformó en algo que ninguno de los dos pudo explicar con lógica.
La casa se sentía diferente, como si algo invisible la envolviera.
Erika lo describiría después como un silencio que dolía.
No era ruido, era la ausencia de él.
Charlie caminaba de un lado a otro.
intentando orar, pero se detenía constantemente, mirando hacia la puerta como si esperara que alguien entrara.
A las 10:30 de la noche, Erika recibió un mensaje de un amigo cercano.
Leíste lo del artículo.
Eso no es una broma.

Están jugando con cosas peligrosas.
Esa frase la descolocó.
A lo largo del día.
Había intentado mantenerse racional, pero la insistencia de la gente cercana empezó a quebrar su serenidad.
Llamó a un pastor de confianza.
le contó lo del artículo y lo que estaba sintiendo.
La respuesta fue directa.
No subestimen eso.
Si se burlan del mal, el mal se siente provocado.
Vamos a orar.
El pastor llegó media hora después junto a otro amigo del círculo cristiano de la pareja.
Mientras oraban en la sala, Erika sintió un hormigueo en la piel, una presión en el pecho.

El ambiente era pesado, sofocante.
Charlie no dejaba de moverse.
De pronto, las luces titilaron dos veces y se apagaron.
En la penumbra, solo se escuchaba el sonido de su respiración agitada.
Erika sostuvo la mano de su esposo y él le susurró, “Siento que no estamos solos.
” Nadie respondió, pero todos pensaban lo mismo.
Durante la oración, el pastor mencionó el nombre de Charlie pidiendo protección.
En ese instante, un cuadro cayó de la pared con un estruendo seco.
Erika dio un salto.
No había corriente de aire, ni vibraciones, ni nada que lo explicara.
El rostro de Charlie cambió por completo.

Estaba pálido.
Ya no quiero seguir, dijo.
Esto no es normal.
El pastor le pidió que se calmara, que no hablara con miedo, pero la atmósfera era insoportable.
Las oraciones continuaron hasta pasada la medianoche.
Al terminar, todos intentaron convencerse de que había sido solo coincidencia, pero en el fondo sabían que algo más estaba ocurriendo.
Esa madrugada Erika no pudo dormir.
Charlie caminaba de un lado a otro del dormitorio con la Biblia en la mano.
Decía que escuchaba pasos en el pasillo.
Ella no escuchó nada, pero tampoco se atrevió a decirlo.
encendió una vela y se quedó observando la llama.
Sin razón aparente, la cera empezó a derretirse de forma extraña, escurriéndose hacia un solo lado, como si la vela se inclinara por sí sola.
En ese momento, Erika sintió un escalofrío recorriéndole la espalda.
Algo en su interior le decía que ese ritual que alguien había hecho en su contra no era una simple broma.
A la mañana siguiente, la noticia del supuesto hechizo contra Charlie seguía circulando por todos lados.
Algunos medios lo trataban como una sátira, pero el impacto era real.
Miles de personas comentaban al respecto, algunos burlándose, otros diciendo que el artículo había ido demasiado lejos.
Erika comenzó a recibir mensajes anónimos con frases inquietantes.
Las palabras tienen poder.
La maldición ya está hecha.
Ahora todo lo que quieras no servirá.
No sabía si eran amenazas o bromas crueles, pero el efecto psicológico fue devastador.
Charlie, por su parte, intentaba mostrarse fuerte ante el público, aunque en privado estaba exhausto.
Esa tarde, un amigo de la pareja los visitó para orar nuevamente.
Dijo haber leído que una de las supuestas brujas había descrito el ritual en detalle: Velas negras, símbolos antiguos, invocaciones para quitarle voz y energía a Charlie.
Al escucharlo, Erika se estremeció.
Le pidió que no repitiera más nada de eso dentro de la casa, pero ya era tarde.
El miedo se había instalado.
A medida que caía la noche, el ambiente se volvía cada vez más opresivo.
Erika sintió que el aire era más pesado, que la casa entera parecía respirar con ellos.
Charlie no soportaba más la tensión.
No puedo concentrarme.
No puedo pensar, dijo.
Su voz sonaba quebrada distinta.
tomó su teléfono y escribió un mensaje a un amigo periodista.
Si algo me pasa, asegúrate de contar la verdad.
Erika lo vio hacerlo.
No digas eso le rogó.
Pero él insistió.
Esto no es para Noya.
Hay algo más grande moviéndose detrás de todo esto.
Al caer la noche, decidieron apagar las luces y orar en silencio.
Erik estaba sentada junto a él cuando escucharon un ruido seco proveniente del patio trasero.
Salieron a mirar, pero no había nada, solo el sonido lejano del viento.
De pronto, una sombra cruzó la pared.
No era una figura clara, pero ambos la vieron.
Charlie se quedó inmóvil.
Erika se paralizó.
No lo mires dijo él.
regresaron adentro sin hablar.
Pasadas las 2 de la madrugada, el teléfono de Erika sonó.
Era un número desconocido.
Contestó, pero nadie habló, solo se escuchó una respiración.
Luego una voz distorsionada murmuró: “La protección no servirá.
” Erikaa colgó temblando.
Charlie la abrazó intentando calmarla, aunque él mismo estaba al borde del colapso.
No sabían si se trataba de una amenaza o de un acto de crueldad por parte de alguien que quería asustarlos.
Lo único cierto era que el miedo se había vuelto físico.
Antes de amanecer, Erika se arrodilló junto a la cama y lloró en silencio.
Pidió fuerza, pidió claridad.
En su mente se repetía una frase que había leído horas antes.
Las maldiciones solo funcionan cuando la víctima cree en ellas.
Pero ya era demasiado tarde.
Ella sí creía y Charlie también.
En ese punto, lo sobrenatural y lo psicológico se habían entrelazado tanto que era imposible distinguir uno del otro.
El amanecer después de aquella noche no trajo alivio.
Erik despertó con los ojos hinchados apenas había dormido.
A su lado, Charlie intentaba fingir normalidad, pero su semblante lo delataba.
No era solo el cansancio, era esa sensación de que algo invisible los seguía como una sombra adherida a cada paso.
Desayunaron en silencio, evitando mencionar lo ocurrido.
Pero en el fondo, ambos sabían que el ambiente en la casa seguía cargado.
Cada rincón parecía tener eco, como si algo los observara.
A media mañana, Erika revisó su teléfono.
Las notificaciones se multiplicaban.
Videos titulares, burlas.
La historia de la maldición contra Charlie Kirk se había convertido en un fenómeno viral.
Miles de personas lo comentaban, algunos con sarcasmo, otros con preocupación genuina.
Entre los mensajes, uno llamó su atención.
Cuidado con las energías que se liberan cuando la burla se vuelve odio.
No tenía remitente, lo leyó varias veces.
Le pareció una advertencia.
Charlie, mientras tanto, trataba de concentrarse en su agenda.
Tenía compromisos pendientes, entrevistas, reuniones, pero cada vez que se sentaba frente a la cámara o el micrófono, algo fallaba.
El sonido se cortaba, las luces parpadeaban, los técnicos aseguraban que era coincidencia, pero él ya no lo veía así.
No sé qué está pasando dijo frotándose el rostro.
Siento que todo se desmorona.
Erika intentó convencerlo de que no debía dejarse llevar por ese miedo, pero su voz sonaba débil porque ella también estaba afectada.
A media tarde recibió la llamada de una amiga que también había leído sobre el supuesto hechizo.
Le dijo que una de las mujeres involucradas había subido un vídeo diciendo que no se arrepentía de haber canalizado la energía contra él.
Erika escuchó en silencio.
Cuando colgó, sintió un frío recorrerle la espalda.
La idea de que alguien en algún lugar estuviera invocando fuerzas para dañar a su esposo era aterradora.
Decidió entonces hacer algo que nunca había hecho.
Llamó a un ministro espiritual con experiencia en liberaciones.
Le explicó la situación.
El hombre al otro lado del teléfono le pidió que no subestimara el peligro.
Le aseguró que no era casualidad que desde la publicación del artículo su casa se sintiera invadida.
prometió visitarlos esa misma noche.
Erika aceptó sin dudar.
Charlie se mostró escéptico al principio, pero terminó accediendo.
Cuando el ministro llegó, la casa estaba en completo silencio.
Traía consigo una cruz, aceite consagrado y un pequeño libro con oraciones antiguas.
Erika lo recibió con los ojos enrojecidos.
El hombre observó a su alrededor y dijo, “Aquí hay algo que no es normal.
” Sin perder tiempo, comenzó a orar en cada habitación.
pronunciando palabras firmes, enérgicas.