El mundo del cine amaneció con una
noticia inesperada. Diane Kitton murió a

los 79 años en California. La
confirmación llegó a través de un
comunicado de su familia que pidió
respeto a la privacidad en estos
momentos y no ofreció mayores detalles
sobre la causa del deceso.

Fue un anuncio sobrio, discreto, como
muchas de las decisiones que marcaron la
vida de la actriz. Kiton, nacida como
Diane Hall 5 enero de 1946
en Los Ángeles, California. había
construido una de las carreras más

sólidas y singulares de Hollywood. Su
estilo era inconfundible tanto en su
forma de actuar como en su manera de
vestir. Trajes masculinos, corbatas,
sombreros y una personalidad que rompía
moldes en una industria que solía
encasillar a las mujeres. Su debut en la

pantalla grande llegó en 1970 con Lovers
and Other Strangers, pero el papel que
cambió su vida fue el de K Adams
Corleone en el padrino. Su
interpretación fue tan convincente que
se ganó el respeto inmediato de la

industria. Dos años después volvió en El
Padrino 2 y en 1990 cerró la saga en el
Padrino 3, consolidando un papel que se
convirtió en uno de los más recordados
de la historia del cine. Sin embargo, la
verdadera consagración de Kitton llegó

de la mano de Woody Allen. Películas
como Sueños de Un seductor, El Dormilón
y Manhattan la hicieron reconocible,
pero fue Annie Hull la que la convirtió
en leyenda. Estrenada en 1977,
esta cinta no solo transformó la comedia
romántica, sino que le otorgó a Kitton
el Óscar a mejor actriz. Su personaje,
Annie Hull, se convirtió en un icono
cultural. Su estilo de vestir marcó
tendencias y su naturalidad en pantalla
cambió para siempre la manera de
concebir a las protagonistas femeninas.
A lo largo de su carrera, Kiton acumuló
reconocimientos, un Óscar, dos globos de
oro, un BAFTA y la admiración de colegas
y críticos.
Participó en dramas como Rojos, comedias
familiares como Padre de la novia y
cintas entrañables como Cuando menos lo
esperas. Su versatilidad la mantuvo
vigente durante cinco décadas. Pero
Kitton no se limitó a la actuación,
también fue directora y productora. Se
interesó por la fotografía, la
arquitectura y la escritura, publicando
libros que combinaban memorias con
reflexiones personales. Era además una
apasionada del diseño y la restauración
de casas antiguas.
En lo personal, tomó decisiones que
marcaron su identidad pública. Nunca se
casó, pero fue madre por elección.
adoptó a Dexter en 1996
y a Duke en 2001, quienes hoy la
sobreviven. En entrevistas dejó claro
que no lamentaba no haberse casado.
Incluso llegó a bromear diciendo que era
probablemente la única actriz de su
generación que había permanecido soltera
toda su vida. Su vida estuvo llena de
independencia, humor y autenticidad. Y
quizá por eso la noticia de su muerte
generó tanto impacto, porque se fue
alguien que nunca jugó bajo las reglas
establecidas, alguien que convirtió la
diferencia en su marca personal.
Las primeras reacciones tras conocerse
su muerte fueron inmediatas y emotivas.
Al Pacino, con quien compartió escenas
memorables en el Padrino, expresó su
tristeza y la recordó como una compañera
generosa y luminosa. Directores como
Gury Allen también destacaron lo
fundamental que fue para su cine,
reconociéndola como su musa más
influyente. Actrices de generaciones
posteriores como Emma Stone y Ann Haway
la mencionaron como referente, alguien
que les demostró que la autenticidad
podía ser más poderosa que la
perfección. Los medios estadounidenses
dedicaron portadas enteras a su
trayectoria.
Recordaron que su último papel en cine
fue en Summer Camp, una comedia que
ahora se convirtió en su despedida en
pantalla. Se resaltó también su vida
íntima y familiar. Keiton fue hija de
Dorothy Ann Kitton y John Newton
Ignacius Hull. Su madre padeció
Alzheimers desde 1993
hasta su muerte en 2008, experiencia que
marcó profundamente a la actriz.
A lo largo de los años habló
públicamente de la importancia de
acompañar a quienes atraviesan
enfermedades neurodegenerativas y dedicó
parte de su tiempo a causas relacionadas
con la salud y la memoria. En paralelo a
su vida artística, Kitton cultivó un
perfil multifacético. Se dedicó a la
fotografía, publicó varios libros y
trabajó en la restauración de
propiedades históricas en California.
Todo lo hacía con la misma pasión con la
que se entregaba a sus personajes. Con
su muerte, Hollywood no solo perdió a
una actriz ganadora del Óscar, sino a
una mujer que cambió las reglas. Diane
Kitton fue capaz de ser musa,
protagonista, creadora y madre. Todo
bajo sus propios términos. Nunca se dejó
encasillar, ni como actriz, ni como
mujer, ni como figura pública.
El impacto de su muerte también se
reflejó en la forma en que se habló de
su vida con respeto, admiración y
cariño. Dian Keiton había sido un rostro
familiar para millones de personas
durante más de cinco décadas y su
ausencia marcó un antes y un después.
Sus hijos Dexter y Duke quedaron como su
mayor herencia personal y sus películas
como testigos eternos de un talento que
nunca se repitió.
[Música]