🚨💔¡UNA VERDAD ESCONDIDA! ESTO NUNCA🚫 TE CONTARON DEL FUNERAL DE DON RAMÓN, UN DESENLACE QUE DEJÓ A TODOS SIN PALABRAS. 😢🌹

Me fui al cielo con Papá Dios.

¡Cómo me gustaría volver! Lo haré, es verdad que Chespirito fue creador de muchos de los personajes más entrañables de todos los tiempos, pero su habilidad no estuvo solo en la escritura de esos guiones que nos sacaron infinitas carcajadas.

Chespirito también era bueno explotando el potencial de todo el que trabajaba con él.

Cuando le propuso a Ramón Valdés el papel de Don Ramón, le dijo que simplemente debía ser sí mismo, que con eso sería suficiente.

Siempre humilde, algo marginal, bastante malhumorado, pícaro a la hora de buscar excusas para no pagar sus deudas y poseedor de un corazón enorme, Don Ramón se convirtió de inmediato en un personaje querido por todos los que crecieron viéndolo en la televisión.

Pero quienes compartieron su vida con él fuera del set no dejan de decir que Monchito, como solían llamarlo, realmente tenía mucho de ese buscavidas simpático y honesto que lo había llevado a la fama.

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La vida de Ramón Valdés quedó ligada a la de su personaje más emblemático de un modo único y a veces misterioso.

En este vídeo vamos a analizar los últimos días de vida de este particular y querido actor para descubrir cómo realidad y ficción están unidas de un modo sorprendente en su biografía.

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No son solo los fanáticos los que lo recuerdan con amor incondicional a Don Ramón, su familia también comparte constantemente nuevo material que ayuda a mantenerlo presente en la memoria.

Uno de los nietos compartió en las redes sociales una foto que fue tomada unos días antes de su muerte.

En la imagen se lo ve junto a algunos familiares y a pesar del estado avanzado de su enfermedad, se lo nota sonriente, con un pulgar hacia arriba y con una chispa de ingenio en sus ojos.

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Demuestra, según sus allegados, que Ramón Valdés nunca perdió el humor, aún incluso cuando la batalla contra el cáncer estaba declarada en su contra.

O sea, no se ha arrepentido de la decisión.

Absoluto.

No, al contrario, le está echando más ganas ahorita, que estoy chavo todavía, más que pasarse risitas.

No me gustó.

A inicio de los años 80 se le había diagnosticado un cáncer de estómago, producto de su fuerte adicción al tabaco.

Fue operado al respecto y los médicos le habían dado un veredicto más que contundente: o dejaba de fumar o las cosas se iban a poner peor.

Pero Ramón Valdés, terco como su personaje, les agradeció la preocupación y lentamente, mientras uno estaba en la cama del hospital, sacó un cigarrillo y el encendedor.

Las cosas, por supuesto, no tardaron en complicarse un poco más.

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Pese a la cirugía, el tumor se terminó expandiendo afectando su columna vertebral.

El pronóstico fue cruel, le quedaban seis meses de vida, pero así como el Señor Barriga no había podido correrlo de su departamento el número 72 a pesar de las deudas, tampoco pudo la muerte atraparlo tan fácil.

Cuando el aceite [Música] encontrar.

Ramón Valdés vivió otros cuatro años y siguió trabajando rigurosamente en ese personaje al que no le gustaba trabajar.

Paradójicamente, Ramón Valdés dio vida al vago de Don Ramón hasta su último aliento.

Ningún trabajo es malo, lo malo es tener que trabajar.

Participó en una serie con el actor Villagrán, el famoso Kiko, y siguió recorriendo países con su circo, despertando el amor de niños y no tan niños, hasta que su cuerpo se lo permitió.

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Familias enteras se reunían para seguir viéndolo hasta que los dolores se hicieron insoportables y en medio de una gira finalmente Don Ramón, ese boxeador obstinado, tuvo que colgar los guantes y volver a México.

Ramón Valdés murió el 9 de agosto de 1988 a los 64 años.

Te doy las gracias en la misma ciudad que lo vio nacer y también consagrarse.

Se iba a quien terminaría siendo considerado uno de los más notorios comediantes de su país y por qué no, del mundo.

Sin embargo, a pesar de su fama, su funeral fue tan austero como toda su vida.

Indaguemos en dicho funeral.

El velatorio de Valdés se llevó a cabo en la funeraria Gayosso de Suliván y si bien contó con una multitud de personas que se dispusieron a despedir al hombre que tanto los había divertido, la ceremonia fue sencilla.

Es que a Ramón Valdés no le gustaba nada de toda la pomposidad que traía el reconocimiento.

¿Qué pasó? ¿Qué pasó? La familia Valdés es una auténtica dinastía de la comedia mexicana.

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De los nueve hijos de Rafael Gómez de Valdés y Guadalupe Castillo, tres se convirtieron en superestrellas de la comedia: Germán “Tin Tan” Valdés, Manuel “El Loco” Valdés y por supuesto, Ramón Valdés.

Nacido en Ciudad de México el 2 de septiembre de 1923, Monchito fue criado en una familia humilde y numerosa que más tarde se mudaría a Ciudad Juárez a sus 2 años de edad.

Hizo su debut como actor en 1949 con un pequeño papel en la película Calabacitas Tiernas, film en el cual apareció junto a su hermano mayor, que fue el encargado de meterlo en el mundo del espectáculo.

Sin embargo, a pesar de actuar en casi 70 ficciones, su incursión en la pantalla grande no le eran del todo redituable y sin renegar al respecto, se ganaba la vida con otras clases de oficio.

¿Saben por qué? Porque no pudo conseguir trabajo.

Al contrario, porque sí pude conseguir.

Seguramente todos recordamos que Don Ramón se caracterizaba por tener muchos trabajos.

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Del mismo modo, Ramón Valdés fue comerciante, fabricó muebles de madera y se desempeñó como chófer, entre otras ocupaciones.

Todo cambiaría cuando conocería a Chespirito.

Déjenme.

Pero no nos adelantemos.

Lo importante es que en ese funeral, como en su vida, todo fue más bien simple.

Hasta se llegó a evaluar la posibilidad de enterrar al hombre con su clásica remera gastada, su jeans viejos y su zapatilla desteñida.

Cuenta la leyenda que el vestuarista del Chavo del Ocho tenía poco trabajo con Ramón Valdés.

El actor traía todo puesto desde su casa.

Así como lo veíamos, así como gustaba vestir.

Pero había una prenda que el vestuarista debía tener ahí preparada junto a los zapatos del Chavo, el delantal de Doña Florinda y el traje marinero de Kiko: el clásico gorrito.

Y eso que al terminar la jornada, Ramón Valdés se lo llevaba a su hogar, porque nunca lo volvía a traer.

El asunto se había convertido en todo un misterio y lo fue durante muchos años.

¿Qué pasaba con los gorritos? Hay una respuesta.

La descubriremos en unos minutos.

Finalmente, en su ataúd, Ramón vistió un traje, un traje humilde.

Se lo veía desmejorado por el avance de la enfermedad.

En las últimas semanas lo habían sedado para evitarle dolores insufribles y había paz en su rostro.

Rostro que muchos de sus compañeros de trabajo se acercaron a despedir.

¿Quiénes estuvieron en ese funeral y quiénes no? Y más importante aún, ¿por qué? Hubo dos personajes con lo que Ramón solía tener constante problema: Kiko y su madre Doña Florinda, interpretada por Florinda Meza.

El primero era un niño engreído y caprichoso que no dudaba en acusar a Don Ramón ante la menor confusión, metiéndolo en más de un problema.

Pero, ¿qué pasaba fuera del set? Villagrán y Valdés fueron grandes amigos en la vida real.

Cuando Villagrán decidió abandonar el show del Chavo del Ocho en 1979 para seguir con su carrera, Don Ramón lo siguió.

No fue algo personal, a diferencia de otros actores, no tenía ninguna inconveniencia con Chespirito.

Al igual que sucedía en la ficción, el problema era con Doña Florinda.

A esa altura Florinda Meza, que ya era la mujer de Gómez Bolaños, se encargaba de la dirección artística del ciclo, cosa que no cayó en gracia para gran parte del elenco.

La partida de Carlos Villagrán, despedido por los celos que Kiko le generaba a Chespirito, le pareció injusta a Ramón Valdés, por lo que decidió acompañarlo a pesar de que eso significaba dejar de lado un jugoso contrato.

Es que Ramón se caracterizaba por tener códigos y por un temperamento tan fuerte como el de su personaje.

En dupla con Kiko probó suerte en la TV venezolana, cosa que no funcionó.

Entonces, acostumbrado a nunca rendirse, se incorporó a un circo que empezó a recorrer distintos países de América Latina.

En 1987, Don Ramón volvió a la televisión azteca con el programa Ah, qué Kiko, donde atendía una tienda y era ayudado por Kiko, cuyo nombre aparecía escrito diferente en el título del programa por problemas de derechos de autor.

Pero esta nueva apuesta permaneció al aire apenas unos meses.

Fue en ese programa que Don Ramón grabó su última escena, una correspondiente a un capítulo en el que lo desafían a entrar a un cementerio.

En dicha escena, Ramón Valdés se acerca a un mausoleo entre un anillo, la ficticia generada por una máquina de humo.

Lo vemos adentrarse y entonces se pierde entre las sombras.

Semanas después llegaría su deceso y la coincidencia le helaría la sangre a muchos.

Luego Villagrán en el mismo velatorio pondría un poco de luz al asunto y recordaría lo último que Ramón Valdés le dijera en vida, ya enfermo y a días de morir.

Un hospital que se llama Santa Elena, y en las últimas, nos hablamos, le doy un beso, empezamos a llorar y me dijo: “Ya, ya, ya, ya no llores, Cachetones.

Es más, te espero allá arriba”.

Y abajo, en esa serie, la última charla de Villagrán y Valdés tenía por la fatalidad y el humor.

Podemos decir que a su modo, Don Ramón terminó siendo un auténtico segundo papá para Kiko.

La luna respecto a los términos.

¿Qué pasó con Doña Florinda? Ese es otro tema.

Ella no acudió al funeral y nadie se sorprendió al respecto.

La mujer nunca se llevó del todo bien con Ramón Valdés.

Ya muerto el hombre, dejó entrever en una entrevista que él era un adicto a las drogas, lo que luego fue desmentido.

Los fans se sintieron dolidos por esas declaraciones y hoy día son muchos los que prefieren no juntarse con esa chusma.

Pero sigamos recorriendo ese velatorio.

Quizás se sorprendan al ver que en el mismo estaba Edgar Vivar, más conocido por el Señor Barriga.

¿Estaba ahí para reclamar la renta? No.

Estaba ahí para despedir a un amigo.

Ellos ellos nosotros.

El Señor Barriga era el dueño de la propiedad de la bonita vecindad y por tanto el encargado de cobrar las correspondientes rentas de la misma, lo que había llevado en más de una ocasión a incómodas situaciones con un Don Ramón que siempre buscaba escapar de él [Música].

En la vida real, en cambio, buscaron siempre mantenerse muy unidos.

A Edgar, Ramón también le dedicó unas palabras antes de morir.

Ya débil, consumido por los dolores, pero sin dar un brazo a torcer, lo miró fijamente y le dijo que aún no tenía para pagarle lo que le debía, arrancándole al otro unas carcajadas que luego se convertirían en lágrimas.

Como dato de color, al cumplirse 30 años de su desaparición física y con motivos de recordarlo, una inmobiliaria de México se encargó de calcular cuál sería el monto que Don Ramón le dejó debiendo al Señor Barriga por el tiempo que vivió en la vecindad del Chavo.

El cálculo de la deuda se hizo de una manera rigurosa.

Primero se tuvo en cuenta la cantidad de metros cuadrados de la vivienda, después se estipuló la zona donde supuestamente se encontraba la vecindad, que sería cerca del Zócalo en Ciudad de México.

Con estos datos se sacó un monto estimativo de lo que valdría ese alquiler en los años 70 y así las cosas, los 14 meses de renta que reclamaba el Señor Barriga a Don Ramón, habrían ascendido a la suma de $882, sin contar los intereses por mora.

Sin embargo, teniendo en cuenta que el personaje de Ramón Valdés participó en 8 temporadas del programa, se hizo el cálculo por los 110 meses que habría vivido escondiéndose de su acreedor y se llegó a la conclusión de que el total de la deuda habría alcanzado los $6,930.

Pero volvamos a lo que nos importa.

Muchas veces el Señor Barriga perdonó a Don Ramón por piedad a su hija, la Chilindrina.

¿Estuvo ella en el funeral? En la ficción, Don Ramón, padre viudo, demostró tener un amor incondicional por su hija, la Chilindrina, interpretada por María Antonieta de las Nieves.

En la vida real, María Antonieta lo quiso como si realmente se tratara de su progenitor.

Ya dijimos que Ramón Valdés se fue del Chavo en 1979.

Bien, en 1981 volvió por un corto período de tiempo, creyendo que las asperezas podían solucionarse, pero eso no pasó.

Sin embargo, su vuelta tuvo un momento particularmente emotivo y fue su reencuentro con la Chilindrina.

Ella se arroja sobre él, sobrepasada por la emoción [Música] [Aplausos] [Música].

Según dicen, esa emoción fue real.

Habría en ese abrazo más realidad que ficción.

Sin embargo, el reencuentro duró poco.

María Antonieta de las Nieves no pudo acudir al funeral por estar en gira en Perú con su circo.

Casualmente por Perú también fue la última gira de Ramón Valdés.

El destino de algún modo lo unía, pero también lo separaba.

La mujer se lamentó toda la vida de no haberlo podido despedir y trató de compensar esa falta haciendo que nunca faltara en sus representaciones en vivo algún homenaje a ese hombre que le enseñó tantas cosas dentro como fuera del set y que extrañado.

Sin embargo, en ese funeral una ausencia que sorprendió a todos más que la ausencia de María Antonieta.

Hablamos de la ausencia de Roberto Gómez Bolaños.

En 1970, Gómez Bolaños había convocado a Ramón Valdés para un programa llamado Los Supergenios de la Mesa Cuadrada.

Significó su debut en la pantalla chica ya con 47 años.

Un año después le daba el papel de Don Ramón en la famosísima vecindad y dejaba en claro que confiaba en él mucho más que en cualquier otro.

Chespirito se caracterizaba por ser riguroso con sus guiones, nadie podía salirse de sus líneas.

Sin embargo, a Don Ramón le permitió desde el principio improvisar.

Es así que muchas de las frases características del personaje salieron de modo espontáneo.

Se dice que cuando Ramón Valdés se fue del programa lo hizo porque no quería generar disputa con ese hombre que tanto le había brindado, con la oportunidad que le había dado.

Por eso, a pesar de la diferencia, nunca traicionaría su amistad.

Ramón nunca dejó de hablar maravillas de Chespirito y él nunca dejó de decir que en las extensas jornadas de rodaje de esa serie icónica solo él, Ramón Valdés, lo hacía reír y lo ayudaba a sobrellevar el estrés.

Que me hacía reír tanto como una gracia superior.

Entonces surge la pregunta del millón: ¿por qué no estuvo Roberto Gómez Bolaños en el funeral de Don Ramón? Sus asistentes alegan que estaba en una gira con compromisos impostergables.

Otros dicen que Florinda Meza hizo su parte para que el Chavo no pudiera dar un último adiós a aquel que le enseñó que la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena.

Por jamás.

Para que la venganza.

La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena.

Volvamos a esa sala funeraria tan llena de tristeza.

Entre presencias y ausencias, alguien sobresalió.

Una mujer que entró, no saludó a nadie y se dirigió de manera desesperada hasta el cajón.

La mujer agachó la cabeza y se sumergió en un llanto que duró casi dos horas ininterrumpidas mientras susurraba: “Mi rorro, mi rorro”.

Estaba desconsolada y parecía no notar a nadie más alrededor.

La mujer se llamaba Angelines Fernández, aunque todos la conocemos como la Bruja del 71.

Esta ¿estaba allí para comunicarse con los espíritus chocarreros? Claro que no.

Estaba para darle una sentida y calurosa muestra de afecto a aquel hombre al que había amado en la ficción.

La Bruja del 71 se mostraba como una eterna enamorada de Don Ramón que le rechazaba una y otra vez, esperando apasionadamente.

Muchas veces los medios dedicados a espectáculos habían sugerido que entre ambos actores había una atracción real, pero tal cosa siempre fue desmentida por Ramón y Angelines.

Pero eso no significó que no se quisieran de un modo desmedido.

Eran muy buenos amigos, compartieron risas entre escenas y en más de una ocasión habían salido juntos a pasar buenos ratos.

Todos dejaron que la Bruja del 71 llorara en paz a aquel hombre por el que tanto había suspirado.

Ella lo lloró hasta que ya no hubo lágrimas que derramar.

El cajón finalmente se cerró.

Nací niño y sigo siendo chavito, tengo el carácter de niño y los chavitos me entienden bien, había dicho Don Ramón alguna vez.

Para dejar constancia de eso, una anécdota vale más que mil palabras.

Dice que cuando su salud aún era buena, cuando caminaba feliz al estudio, Valdés solía acercarse a los chicos que encontraba en la calle, le firmaba autógrafos, le hacía broma y uno solía llevarse de regalo un gran premio, adivinen qué: su gorrito.

Y ahí está la respuesta.

Don Ramón se fue sin pagar la renta, pero podemos decir sin temor a equivocarnos que la deuda la tenemos nosotros con él.

 

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