La historia de Carlos Manzo es un relato de valentía, sacrificio y, sobre todo, de un compromiso absoluto con la justicia.
Nacido en Uruapan, Michoacán, Carlos no era el típico político mexicano.
Su vida no estuvo marcada por los trajes, los discursos vacíos ni las alianzas con poderosos.
En lugar de eso, Carlos decidió enfrentarse a los cárteles que controlaban su ciudad, a las estructuras de poder que mantenían a su gente sumida en el miedo, y a un sistema que parecía estar diseñado para aplastar a aquellos que no se sometieran.
Sin embargo, en el camino de lucha que eligió, también encontró su trágico final.
El 1 de noviembre de 2025, Carlos Manzo se encontraba en la Plaza Morelos de Uruapan, rodeado de su familia y de la comunidad que tanto amaba.
La plaza estaba iluminada por miles de velas en el Día de Muertos, una celebración llena de colores y tradiciones.
Su hijo menor de dos años, que cargaba en brazos, jugaba entre las velas.
A pesar de las celebraciones, algo estaba por cambiar la vida de esta familia para siempre.
En medio de la fiesta, a las 8:44 de la noche, siete disparos destrozaron la paz del momento.
Carlos cayó al suelo ante la mirada aterrada de su esposa, Grecia, y de sus hijos pequeños, que aún no entendían la magnitud de lo que estaba sucediendo.
La muerte de Carlos Manzo no fue simplemente un acto de violencia más en México, fue el asesinato de un hombre que desafió a los cárteles, al gobierno estatal y federal, y a todo lo que se interpuso en su misión de hacer de su ciudad un lugar seguro.
La historia de Carlos Manzo comenzó muchos años antes, cuando decidió entrar en la arena política.
Exdiputado federal, Carlos no se veía como el típico político de salón.
Conocido como “el diputado del sombrero”, su estilo era cercano a la gente, caminando entre los mercados, conversando con los habitantes, escuchando sus problemas y sus necesidades.
En marzo de 2024, después de un período como legislador, Carlos tomó una decisión que cambiaría su vida y la de su familia para siempre.
Renunció a su curul y decidió lanzarse como candidato independiente a la alcaldía de Uruapan, sin el respaldo de un partido político ni de los millones de pesos que suelen invertir las campañas políticas tradicionales.
“Voy a sacar a los cárteles de Uruapan o moriré intentándolo”, dijo en su primer discurso de campaña.
Sin embargo, esta decisión no fue tomada únicamente por él.
Grecia Quiroz, su esposa y madre de sus dos hijos pequeños, jugó un papel fundamental.
Licenciada en ciencias políticas, Grecia conocía bien los riesgos que implicaba meterse en la política en Michoacán, un estado marcado por el dominio de los cárteles.
Michoacán no era cualquier estado, era el corazón de los cárteles Jalisco Nueva Generación, Cárteles Unidos y la Familia Michoacana.
En 2022, siete alcaldes fueron asesinados, y Grecia sabía que, al igual que los demás, Carlos podría convertirse en otro objetivo más.
Inicialmente, ella intentó disuadirlo, temerosa de perderlo, pero luego se dio cuenta de que Uruapan estaba sumido en el caos, en el miedo y la desesperanza.
“Prefiero arriesgarme a morir peleando que seguir viviendo con miedo”, le dijo a Carlos después de una caminata por los mercados de su ciudad.
Fue en ese momento cuando Grecia aceptó, junto con Carlos, la lucha que cambiaría sus vidas.
La campaña de Carlos fue un reflejo de su estilo de vida: sin recursos, sin una estructura partidista, pero con una conexión genuina con la gente.
Grecia, a su lado, diseñó una estrategia simple pero efectiva.
Decidieron dividir Uruapan en 50 zonas y visitarlas personalmente, casa por casa, mercado por mercado, llevando a sus hijos pequeños a cada recorrido.
Querían que la gente viera que eran una familia real, que no eran políticos tradicionales.
“La gente necesita ver que somos reales, que no somos políticos, que somos una familia apostando todo”, dijo Grecia.
La respuesta fue abrumadora.
En apenas dos meses y medio, consiguieron las 15,000 firmas necesarias para registrar la candidatura.
Sin embargo, no fue todo tan sencillo.
Durante la campaña, Carlos recibió su primera amenaza, una advertencia de lo que estaba por venir.
En el mercado de la Colonia La Magdalena, un hombre se acercó a él y le dijo: “Te voy a dar un consejo gratis.
Retírate antes de que sea tarde”.
Esa amenaza fue grabada por Carlos en una de sus notas de voz secretas.
“Hoy me amenazaron por primera vez”, dijo en el mensaje.
Pero Carlos no se detuvo, y Grecia tampoco.
Ambos sabían lo que estaban arriesgando, pero también entendían que, si no luchaban, nada cambiaría.
La victoria de Carlos en las elecciones municipales de junio de 2024 fue un hito histórico: obtuvo el 66% de los votos, convirtiéndose en el primer alcalde independiente de Uruapan.
Sin embargo, esa victoria también vino con un precio muy alto.
Pocos días después de su victoria, Carlos recibió una llamada telefónica que cambiaría el curso de su vida.
Un hombre, con voz distorsionada, le ofreció dinero a cambio de su cooperación con los cárteles.
“Trabajo con ellos y recibo 500,000 pesos mensuales, o renuncio y salgo vivo de Uruapan, o tomo posesión y termino como el alcalde número ocho”, le dijeron.
Carlos rechazó la oferta y, en su respuesta, retó públicamente a los cárteles y a los políticos de Michoacán.
“No voy a negociar con criminales, no voy a aceptar dinero sucio, y no voy a renunciar.
Esta es mi ciudad”, dijo en su primer discurso como alcalde.
Esa declaración de guerra no solo lo enfrentó a los cárteles, sino también a las autoridades estatales y federales, que no estaban dispuestas a tolerar su desafío.
Las amenazas continuaron, y el 5 de noviembre de 2024, un policía municipal fue asesinado frente a testigos.
Carlos se presentó ante la prensa y, sin rodeos, declaró: “El delincuente que se tope, que ande armado y que se resista a ser detenido o que agreda a la ciudadanía, hay que abatirlo.
Abatirlo, matarlo”.
Ese discurso fue viral, y lo puso en la mira del gobierno federal.
La presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, y el gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedoya, no tardaron en reaccionar, pero no de la manera en que Carlos esperaba.
El 1 de septiembre de 2024, Carlos tomó posesión como alcalde.
En su discurso, desafió a la presidenta directamente, diciendo: “Hace tres meses recibí una llamada.
Me ofrecieron dinero, me amenazaron, me dieron opciones y hoy, frente a todo Uruapan, frente a todo Michoacán, frente a todo México, les doy mi respuesta.
No voy a negociar con criminales, no voy a aceptar dinero sucio y no voy a renunciar.
Esta es mi ciudad”.
La sala estalló en aplausos, pero la presidenta Sheinbaum y sus allegados se sentaron en silencio.
Carlos sabía que, al hacer esa declaración, acababa de firmar su sentencia de muerte.
Y entonces llegó el 31 de octubre de 2025, el Día de Muertos.
Mientras el festival de las velas iluminaba la Plaza Morelos, Carlos Manzo fue asesinado.
Siete disparos lo alcanzaron mientras saludaba a la gente, y su muerte marcó el comienzo de una guerra mucho mayor.
Grecia, su esposa, ahora tenía que enfrentarse a la realidad de su vida.
En su funeral, mientras los niños preguntaban por su padre, Grecia sabía que la lucha de Carlos no había terminado.
Ella heredó la guerra que él comenzó.
La historia de Carlos Manzo es un recordatorio de que en un país marcado por la violencia y el crimen organizado, hay quienes eligen morir de pie antes que vivir de rodillas.
Y Grecia, ahora alcaldesa, continúa esa lucha, con la memoria de Carlos siempre viva en sus corazones.
