Benicio del Toro, un nombre que evoca misterio, magnetismo y una presencia inconfundible, se ha ganado el respeto de Hollywood por su talento extraordinario.
Nacido en Puerto Rico, su mirada profunda y su voz grave lo hicieron destacar rápidamente en una industria llena de estrellas.
Con un Óscar, un Globo de Oro y un BAFTA a su nombre, su carrera es la definición misma de éxito.
Sin embargo, detrás de su fama y su impecable reputación como actor se esconde una faceta mucho más compleja, llena de tensiones, rivalidades y frustraciones que pocos conocen.
Desde el principio de su carrera, Benicio ha sido descrito como un actor intenso, un hombre que no solo actúa, sino que habita cada uno de sus personajes.
Su enfoque en el trabajo es tan profundo que, a veces, la línea entre la ficción y la realidad se difumina en sus interpretaciones.
Sin embargo, su dedicación al arte no siempre ha sido recibida con aplausos.
En más de una ocasión, su actitud y su estilo de trabajo han generado conflictos con sus compañeros de set, lo que lo ha convertido en una figura tanto admirada como difícil de tratar.
En este artículo, desvelaremos algunos de los actores que, según se dice, no soportaron trabajar con Benicio del Toro.
Aquellos que vivieron de cerca su enfoque implacable y su naturaleza impredecible.
Uno de los encuentros más intensos fue con Josh Brolin, con quien Benicio compartió escena en Sicario.
En la pantalla, parecían dos depredadores en una jaula, pero detrás de las cámaras, la tensión era aún más palpable.
Brolin, conocido por su enfoque pragmático y directo, veía el trabajo como una ejecución rápida y efectiva.
Benicio, por el contrario, se tomaba su tiempo, repitiendo tomas, experimentando con silencios y cambios en el tono, buscando una perfección que para Brolin parecía innecesaria y exasperante.
La frustración de Brolin alcanzó su punto máximo durante una escena clave, cuando Benicio, en su afán por dar un toque personal a la escena, se quedó completamente inmóvil, mirando al vacío durante largos segundos.
La incomodidad creció cuando Benicio, sin prisa, terminó la toma con una calma que irritó a Brolin, quien, visiblemente molesto, arrojó su guion al suelo y exclamó: “¿Qué demonios fue eso? Esto no es tu espectáculo”.
A pesar del choque, Benicio, inmutable, respondió: “El silencio también actúa”.
Ese momento definió su relación profesional: mientras Brolin buscaba rapidez y eficiencia, Benicio quería sumergirse en la profundidad emocional del personaje, independientemente de las consecuencias para el ritmo del rodaje.
En Sicario, la tensión entre Emily Blunt y Benicio también fue evidente.
Blunt, una actriz conocida por su disciplina rigurosa y enfoque meticuloso, llegó al set con el guion subrayado y cada pausa estudiada al detalle.
Benicio, en cambio, se despojaba de las reglas establecidas, cambiando frases y alterando el ritmo sin previo aviso.
En una escena clave de confrontación, Benicio decidió improvisar y cambiar el orden de los diálogos sin avisar a Blunt.
Ella, desconcertada y frustrada, se acercó a él después de la toma y le pidió que avisara cuando fuera a hacer cambios.
Benicio, con su característica calma, respondió: “La vida no avisa, Emily”.
Este tipo de respuesta se convirtió en una especie de mantra en el set.
Para Blunt, lo que consideraba un caos artístico, Benicio lo veía como un acto de creatividad espontánea.
Aunque su química en pantalla era innegable, la relación entre ambos actores nunca fue fácil, y fuera de la cámara, el ambiente era tenso, casi hostil.
Otro encuentro desafiante para Benicio ocurrió cuando trabajó con Sean Penn en 21 Grams, dirigida por Alejandro González Iñárritu.
Penn, conocido por su energía explosiva y temperamento fuerte, buscaba intensidad en cada escena, mientras que Benicio prefería mantener su característico silencio y calma.
Durante una escena cargada de emoción, Benicio permaneció inmóvil, observando a Penn con una calma que solo aumentó la tensión.
Penn, acostumbrado a la acción, no entendía la falta de respuesta de Benicio y, frustrado, estalló: “No sé qué va a hacer este tipo.
¿Alguien puede explicármelo?”.
Benicio, tranquilo, replicó: “Algunos actores hablan demasiado porque tienen miedo al silencio”.
Esta frase marcó un punto de inflexión en su relación profesional, dejando en claro las diferencias entre ambos enfoques.
En Savages de Oliver Stone, Benicio también se encontró en desacuerdo con el enfoque de su director.
Stone, conocido por su estilo explosivo y enfoque visceral, quería un villano lleno de furia y energía.
Benicio, por su parte, adoptó un enfoque mucho más contenido, eligiendo la calma y el silencio para crear una atmósfera de miedo y tensión.
Stone, desconcertado, detuvo una escena y le pidió a Benicio más “ruido”, más “fuego”.
Benicio respondió: “El verdadero miedo no grita, Oliver.
Solo te mira en silencio”.
Esta declaración provocó un choque entre las dos visiones artísticas, y la dinámica entre ambos creció más tensa con el paso de los días.
A pesar de las diferencias, el resultado final de la película fue aclamado, pero el proceso detrás de las cámaras dejó claro que Benicio no se conformaba con seguir las expectativas de nadie, ni siquiera las de su director.
En The Pledge con Jack Nicholson, la dinámica entre ambos actores fue igualmente conflictiva.
Nicholson, famoso por su enfoque rápido y eficiente en el set, encontró en Benicio un actor completamente diferente.
Benicio, obsesivo con la perfección y el detalle, insistió en repetir tomas una y otra vez para encontrar el matiz exacto que buscaba.
En una ocasión, Nicholson, visiblemente frustrado por la cantidad de repeticiones, exclamó: “No estamos pintando la Capilla Sixtina, esto es solo una película”.
Benicio, imperturbable, respondió con calma: “Cada escena es un cuadro.
Si no lo entiendes, no es mi problema”.
Este tipo de confrontaciones reflejaba la tensión inherente a la colaboración entre dos actores con estilos tan opuestos, pero también mostraba la determinación de Benicio de no ceder ante las expectativas del sistema.
Cuando Benicio del Toro trabajó con Salma Hayek en Desperado, la química entre ellos no fue la que se esperaba.
Hayek, una actriz conocida por su energía vibrante y su estilo de actuación extrovertido, intentó conectar con Benicio, pero él permaneció distante y en silencio, más preocupado por el proceso artístico que por la interacción directa.
Salma, acostumbrada a una mayor interacción en el set, se mostró frustrada y comentó en privado: “Es brillante, sí, pero todo el equipo paga el precio de sus caprichos”.
Benicio, fiel a su estilo, no respondió y siguió trabajando en su propio mundo, lo que dejó claro que su enfoque hacia la actuación era muy diferente al de sus compañeros.
Aunque en pantalla su química parecía perfecta, detrás de las cámaras, la relación entre ambos era fría y distante.
Estas tensiones en el set han definido la carrera de Benicio del Toro como un actor impredecible, pero también como un genio del cine.
Su dedicación al arte, su capacidad de sumergirse completamente en cada personaje, lo ha convertido en uno de los actores más respetados de Hollywood, pero también en uno de los más difíciles de tratar.
Si bien muchos lo consideran un genio, otros simplemente no pueden soportar su estilo de trabajo.
Sin embargo, esa es precisamente la fuerza de Benicio del Toro: no se adapta a los moldes ni a las expectativas de la industria.
En su lugar, crea su propio camino, uno que no siempre es fácil de seguir, pero que siempre deja una huella imborrable en cada película en la que participa.