Creo que llegó la hora de contar esta historia; no lo había hecho antes porque pensaba que nadie comprendería el mensaje.
José Luis Paniagua fue un actor costarricense que encontró su hogar artístico y personal en Colombia, donde se convirtió en uno de los actores más queridos de la televisión nacional.
Nació en Costa Rica, pero fue en Colombia donde desarrolló la mayor parte de su carrera, siendo muy recordado por su actuación con el personaje de Nostradamus en “Pandillas, Guerra y Paz”.
Desde el principio, José Luis fue un hombre multifacético, interesado en diversas formas de arte, especialmente el teatro y la música.
Se destacó por su capacidad de conectarse con el público y su versatilidad sobre el escenario.
Pero su historia va más allá de su talento actoral; es una historia de amor por la vida, de lucha contra la adversidad y de un hombre que siempre encontró motivos para seguir adelante.
José Luis fue un verdadero apasionado por el arte; no solo se limitó a actuar, también era músico y cantante, con una voz tan poderosa que podía interpretar tanto baladas como ópera.
Para él, cada presentación era una oportunidad de perfeccionar su arte; los ensayos no eran simples repeticiones, eran momentos sagrados en los que él analizaba y comprendía cada detalle del proceso teatral.
Era un perfeccionista en el mejor sentido de la palabra, siempre buscando la mejor forma de transmitir emociones en el escenario.
A pesar de que se convirtió en una figura emblemática de la televisión colombiana, con papeles memorables en telenovelas como “Linda está conmigo”, “Pasiones”, “Secretas”, “Las ejecutivas” y “La Caponera”, José Luis nunca perdió su pasión por el teatro, que fue su verdadera vocación.
En Italia, donde estudió dirección y escritura de teatro en la prestigiosa escuela Silvio D’Amico en Roma, perfeccionó sus habilidades y profundizó su amor por el arte durante cinco años.
No solo estudió teatro, sino que también se sumergió en la cultura italiana, especialmente en el mundo del vino, convirtiéndose en un experto catador.
Este aspecto de su vida añadía un toque especial a sus interacciones sociales, y era común verlo compartir su conocimiento sobre vinos con amigos y conocidos.
Pero más allá de su vida profesional, la vida personal de José Luis fue igualmente rica y apasionada.
Estuvo casado cuatro veces, siendo sus matrimonios con las actrices Nórida Rodríguez y Tania Falques los más destacados.
De su relación con Nórida nació su única hija, Juliana Paniagua.
Juliana fue, sin duda, el gran amor de su vida.
José Luis sentía una profunda devoción por su hija, y su relación con ella iba más allá del típico vínculo entre padre e hija.
Para él, Juliana era su mayor orgullo y motivación; cada decisión que tomaba, cada batalla que libraba, la enfrentaba con el deseo de que Juliana se sintiera siempre orgullosa de él.
Este amor incondicional hacia su hija fue uno de los motores que lo impulsaron a seguir adelante, incluso en los momentos más difíciles de su vida.
Pertenecía de manera secreta a la logia de los masones; esta inclinación se dio por herencia, ya que su papá también era masón en Costa Rica.
Don Carlos fue gran maestro de la Gran Logia de Costa Rica y lo acompañó en varias ceremonias en Bogotá.
Los miembros de esta corriente se dividen en tres jerarquías: aprendiz, compañero y maestro.
José Luis pertenecía a este último grupo; tenía mucho conocimiento y en las conversaciones solía sacar a relucir temas que a veces dejaban asombrados a todos por el nivel de profundidad y conocimiento que tenía.
Estudiaba mucho y ya había alcanzado el nivel necesario para llegar a ser venerable maestro, así que tenía mucha sabiduría y toneladas de libros.
No tenía ningún problema en redactar un escrito de 35 páginas en su personaje de Nostradamus.
José Luis Paniagua reflejó mucho de su filosofía de vida y su conocimiento de la masonería en su trabajo.
Siempre se ha generado un enorme misterio en torno a este grupo; incluso la Iglesia Católica critica que pertenezcan a la masonería o a logias similares, porque se les atribuyen prácticas ocultistas.
A Tania Falques le parecía que era un tema, al contrario, de iluminación; ella cree que ellos buscan la verdad del universo.
Incluso su cuarto matrimonio fue con la actriz Tania Falques y se realizó en medio de una ceremonia masónica.
La ceremonia fue muy curiosa; ella recuerda, por ejemplo, que ellos no estaban juntos hasta el momento en que se reunieron.
Hablaban de que ella, como esposa, es cuñada de todos porque todos son hermanos.
“Ese día no puedo explicar lo que sentía; es que nunca había visto a José tan feliz”, relató Tania.
Uno de los episodios más duros que José Luis enfrentó fue su lucha contra diversas enfermedades.
La primera gran batalla fue contra una enfermedad renal, una afección que casi lo lleva al límite.
Fue una situación que sorprendió a muchos, dado que no tenía antecedentes familiares ni hábitos que justificaran su condición.
Pero a pesar del pronóstico sombrío, logró recuperarse y continuar con su vida y su carrera.
Esta primera victoria contra la muerte fue solo una de las muchas veces que José Luis demostró su capacidad para sobreponerse a la adversidad.
Sin embargo, años después, José Luis enfrentaría su batalla más dura: un cáncer de estómago que lo afectó profundamente.
A pesar de la gravedad de la enfermedad, continuó trabajando con una determinación inquebrantable.
Seguía asistiendo a los sets de grabación y a las presentaciones teatrales, incluso después de sesiones de quimioterapia.
Sus compañeros de trabajo lo recuerdan como alguien que, a pesar del dolor y el agotamiento, nunca dejó que la enfermedad lo definiera.
Solía decir que se moriría trabajando en lo que amaba, y hasta el último momento mantuvo esa actitud.
Cuando la enfermedad alcanzó un punto crítico, los médicos le propusieron una operación que implicaba la extracción de parte de sus pulmones.
José Luis tomó la decisión más difícil de su vida: dejar de luchar.
Decidió no someterse a más tratamientos y, en lugar de ello, optó por disfrutar del tiempo que le quedaba.
“Quiero disfrutar el tiempo que voy a tener”, le dijo a Tania, su esposa.
Fue entonces cuando decidieron viajar a Italia, un lugar que había marcado su vida, para pasar juntos sus últimos días.
En Roma, José Luis mostró una vez más su amor por la vida, disfrutando del presente sin pensar en el futuro.
A lo largo de su vida, José Luis demostró ser un hombre profundamente humano, con una enorme capacidad de amar y de dar.
Era conocido por su generosidad, no solo con su tiempo, sino también con su conocimiento.
Ayudó a muchos jóvenes actores y, en un gesto que marcó a quienes lo rodeaban, dedicó tiempo a enseñar actuación a jóvenes pandilleros, convirtiéndose en una figura paternal para muchos de ellos.
Este lado generoso y altruista de su vida fue algo que lo distinguió en la industria artística.
No se limitaba a ser un actor, sino que también era un maestro, alguien que disfrutaba compartiendo lo que sabía.
Además de su carrera y sus contribuciones artísticas, José Luis fue un hombre espiritual.
Pertenecía a la logia masónica, un aspecto de su vida que mantuvo en discreción.
La masonería fue una parte importante de su vida y, en su última ceremonia, fue honrado como venerable maestro.
Fue una despedida digna de un hombre que vivió con pasión y dejó una profunda huella en todos los que lo conocieron.
En sus últimos meses, José Luis vivió rodeado de amigos y familiares que lo apoyaron hasta el final.
Incluso en los momentos más difíciles, mantenía su sentido del humor, haciendo reír a quienes lo acompañaban.
A pesar de su deterioro físico, su espíritu seguía intacto.
Quienes lo conocieron recuerdan cómo, a pesar de estar gravemente enfermo, seguía bromeando y tratando de mantener la normalidad.
Esta capacidad de reírse de sí mismo, incluso en los momentos más oscuros, fue una de las características que lo hicieron tan querido por quienes lo rodeaban.
El día 6 de mayo de 2013, a la edad de 53 años, rodeado de amigos y familiares, José Luis dejó este mundo de manera tranquila, tal como lo había deseado.
Su partida no fue un evento triste; fue una celebración de su vida y de su legado.
En su casa, entre risas, recuerdos y música, sus seres queridos lo despidieron con una ceremonia llena de amor y gratitud.
A pesar de su partida, el legado de José Luis Paniagua sigue vivo.
Dejó inconclusos varios libretos de teatro que su familia guarda con cariño, con la esperanza de que algún día vean la luz y continúen su legado en el mundo del arte.
Su hija Juliana, quien fue su mayor amor, sigue siendo el reflejo de la dedicación y amor incondicional que José Luis siempre le brindó.
José Luis Paniagua será recordado no solo como un gran actor, sino como un hombre que amó profundamente, que vivió intensamente y que dejó un legado imborrable en el mundo artístico colombiano.
Su inefable sonrisa, su humor negro, su inteligencia brillante y su pasión por la vida siguen siendo recordados por quienes lo conocieron.
Aunque su tiempo en este mundo fue más corto de lo que muchos hubieran deseado, José Luis aprovechó cada momento, dejando un ejemplo de coraje, pasión y gratitud por la vida.
En el recuerdo de todos los que lo conocieron, José Luis sigue vivo: un hombre que se fue demasiado pronto, pero que dejó una huella imborrable en la historia del arte colombiano y en la vida de quienes tuvieron la fortuna de compartir su tiempo y su espacio.
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