Ava Gardner, conocida por su belleza deslumbrante, fue una de las mujeres más admiradas de su época.
Sin embargo, detrás de su fachada de glamour y éxito en Hollywood, se ocultaban tragedias personales que jamás fueron contadas.
Nació en una familia humilde en Carolina del Norte, en 1922, y desde pequeña estuvo marcada por la pobreza extrema.
La historia de Aba Gardner es una de las más dolorosas de la historia del cine, un relato de sacrificios, traiciones, y el precio de la fama.
Creció en una familia donde la pobreza era la norma, y aunque su madre, Molly, luchaba incansablemente para mantener a la familia, Aba nunca dejó de sentirse como un estorbo.
A los 13 años, perdió a su padre, un hombre de carácter fuerte que había sido el pilar de su hogar, y vio cómo su madre se sumía en el dolor de la enfermedad terminal, el cáncer de útero, una enfermedad que mataría a muchas mujeres de su familia.
Este sufrimiento dejó una huella profunda en Aba, que a esa edad ya sentía la pesadilla de la muerte acercándose a su madre.
Aba, a pesar de ser una niña, comenzó a trabajar arduamente para ayudar en la casa.
Desde pequeña, realizaba tareas que normalmente corresponden a adultos, como ordeñar vacas y recoger algodón, sin tiempo para jugar o disfrutar de su niñez.
El abandono emocional y la carga de la pobreza marcaron su vida para siempre.
Fue entonces cuando su madre, sumida en su dolor, falleció.
Un evento tan devastador que dejó a Aba, con solo 14 años, huérfana de madre y casi sin esperanza de encontrar un futuro mejor.
Unos años después, en 1940, Aba se mudó a Nueva York para buscar una vida distinta.
En la Gran Manzana, su belleza fue descubierta de manera fortuita por el fotógrafo Larry Tar, quien, tras tomarle unas fotos, vio el potencial de la joven campesina.
A partir de ahí, las puertas de Hollywood se abrieron para ella, y pronto se encontró trabajando para la famosa Metro-Goldwyn-Mayer (MGM).
Sin embargo, lo que parecía el sueño americano para Aba también se convirtió en una pesadilla.
A pesar de ser una belleza espectacular, Aba Gardner era incapaz de actuar, cantar o bailar de manera profesional.
La industria del cine de la época, con su mirada superficial y sus expectativas de belleza, solo la valoraba por su físico.
Para adaptarse a este mundo que la veía solo como un objeto, comenzó a someterse a tratamientos y a hacer esfuerzos por encajar.
Su voz, su acento sureño, y su falta de formación eran aspectos que la hacían sentir aún más fuera de lugar, por lo que, como muchas otras actrices de la época, comenzó a beber alcohol antes de cada escena para desinhibirse.
La MGM, en lugar de ayudarla, solo se preocupaba por mantenerla operativa frente a las cámaras, mientras su bienestar emocional y físico quedaba en segundo plano.
Aba no solo luchaba contra las presiones externas de la fama, sino que también cargaba con traumas internos derivados de su difícil niñez.
En 1942, se casó con el actor Mickey Rooney, en un matrimonio que rápidamente se desmoronó debido a la infidelidad de él y la incapacidad de Aba de adaptarse a los estándares del mundo de Hollywood.
El alcoholismo y las peleas constantes marcaron la relación, y aunque Rooney era una de las figuras más grandes de la MGM, no pudo ofrecerle a Aba el apoyo que ella tanto necesitaba.
Con el fracaso de su matrimonio con Mickey, Aba se embarcó en una serie de relaciones complicadas y tormentosas.
Su siguiente marido, Artis Shaw, también resultó ser una figura destructiva, que la humillaba constantemente por su falta de educación.
A pesar de ser una de las estrellas más brillantes de la época, Aba nunca dejó de sentir que no era suficiente.
En sus memorias, confesó que, a pesar de la fama y el dinero que la rodeaban, siempre se sintió vacía, como si nunca fuera capaz de llenar el vacío que su familia y su difícil niñez habían dejado en su corazón.
Aba, sin embargo, continuó con su carrera, alcanzando la cima en el cine y la música.
Fue una de las grandes divas de Hollywood y trabajó en películas de renombre junto a figuras como Clark Gable y John Ford.
Sin embargo, las relaciones abusivas y la creciente dependencia al alcohol y las drogas la empujaron a tomar decisiones que afectaron permanentemente su vida.
En 1951, Aba sufrió una apoplejía que la dejó parcialmente paralizada, pero incluso entonces, Frank Sinatra, su eterno amor, pagó por su tratamiento y la cuidó hasta el final, recordándole constantemente el profundo amor que él sentía por ella.
La relación con Sinatra, aunque nunca completamente comprendida por el público, fue la única constante en la vida de Aba.
Aunque ambos estuvieron casados con otras personas a lo largo de los años, su vínculo nunca se rompió.
Sinatra pagó todos los gastos médicos de Aba, la apoyó en sus momentos más oscuros, y aunque ella nunca dejó de amarle, las decisiones de ambos durante sus años juntos dejaron marcas profundas en sus vidas.
Sin embargo, lo que nunca se resolvió fue el deseo de Aba de ser madre, un sueño que Hollywood le negó debido a su carrera.
A pesar de haber intentado adoptar un niño en España, las monjas que administraban el orfanato le negaron la adopción, lo que dejó a Aba devastada.
Años más tarde, se sometió a una histerectomía para evitar desarrollar el mismo cáncer que su madre.
Esta decisión fue una de las más dolorosas de su vida, y cuando años después quiso ser madre, ya era demasiado tarde.
La vida le había quitado la oportunidad de formar la familia que tanto anhelaba.
La última etapa de su vida estuvo marcada por la soledad.
Aba vivió sus últimos años en un apartamento en Londres, alejada del mundo que una vez la aclamó.
Sus amigos se habían ido, y su vida se redujo a los discos de Frank Sinatra y a los recuerdos de una época dorada que ya no existía.
Cuando murió en 1990, a los 67 años, el mundo de Hollywood ya no la recordaba como la gran diva que fue.
Su muerte fue solitaria, rodeada solo de su empleada, Carmen, quien le sirvió un vaso de leche antes de que la actriz pronunciara sus últimas palabras: “Estoy muy cansada”.
Así terminó la vida de una mujer que, a pesar de todo, nunca dejó de luchar por un amor que nunca llegó a ser suyo.
Aba Gardner, la mujer más bella del mundo, vivió una vida llena de sacrificios, sufrimientos y decisiones que la llevaron a la soledad.
Hollywood la convirtió en un ícono, pero también la destruyó.

La historia de Aba Gardner es la de una mujer que, a pesar de su fama y belleza, nunca pudo encontrar lo que más deseaba: ser madre y encontrar un amor verdadero.