Rita Hayworth, cuyo nombre real era Margarita Carmen Cansino, fue una de las figuras más deslumbrantes de Hollywood en la década de 1940.
Su belleza y talento la convirtieron en un símbolo de sensualidad, especialmente por su icónico papel en Gilda.
Sin embargo, detrás de su imagen perfecta y su éxito en el cine, se escondía una historia de sufrimiento, abuso y explotación que la industria del cine intentó ocultar durante décadas.
Nacida en 1918 en Brooklyn, Nueva York, Rita creció en una familia de bailarines, pero fue su padre, Eduardo Cansino, quien la forzó a seguir un destino que nunca eligió.
Desde temprana edad, Rita estuvo sometida a un régimen estricto de trabajo y entrenamiento en el baile, algo que marcaría el resto de su vida.
A los tres años, su abuelo le enseñó a bailar, y a los seis, su padre la sacó de la escuela para enfocarse exclusivamente en el baile.
A los 12 años, ya estaba trabajando profesionalmente junto a su padre en un acto de baile que ellos mismos presentaban en clubes nocturnos.
Sin embargo, el horror de su infancia comenzó mucho antes de que alcanzara la fama.
Su padre, aprovechándose de la vida que le había impuesto, comenzó a abusar de ella de manera sistemática.
Vestía a su hija como una mujer adulta, la maquillaba y la presentaba ante el mundo como su pareja sentimental.
Este abuso, que duró años, fue un secreto bien guardado, no solo dentro de su familia, sino también dentro de la industria que la convirtió en estrella.
A pesar de las tragedias personales que vivió, Rita encontró una oportunidad para escapar de su oscuro pasado cuando fue descubierta por un ejecutivo de Hollywood en un club nocturno.
Su belleza y talento no pasaron desapercibidos, y poco después, firmó un contrato con la Fox.
Sin embargo, lo que parecía una salida de su dolorosa realidad pronto se convirtió en una nueva forma de control y explotación.
Hollywood la moldeó según sus propios intereses, y la joven Margarita Cansino fue transformada en Rita Hayworth, un nombre que sonaba más “americano” y menos “exótico”.
Su apellido fue cambiado, y le hicieron pasar por una serie de procedimientos dolorosos para alterar su apariencia: se sometió a la electrólisis, que consistía en destruir cada folículo piloso con corriente eléctrica, un procedimiento tan doloroso que muchas mujeres abandonaban, pero Rita no tuvo otra opción que soportarlo.
Durante dos años, Rita fue sometida a sesiones interminables de electrólisis para cambiar su línea de cabello, haciéndola parecer menos mediterránea y más conforme a los estándares de belleza de la época.
La tortura no se detuvo ahí; su cabello oscuro fue teñido de un rojo brillante, y su figura fue ajustada a dietas extremas y regímenes alimenticios que la obligaban a perder peso.
A lo largo de su carrera, se sometió a innumerables transformaciones físicas para encajar en la imagen ideal de Hollywood.
A pesar de estos sacrificios, la industria nunca le dio la oportunidad de expresar sus propios deseos o inquietudes.
Nunca le preguntaron si quería estos cambios, solo la trataron como un producto más que vender.
La mujer más deseada del planeta no tenía control sobre su propio cuerpo ni su carrera.
En 1943, Rita se casó con Edward Judson, un hombre que vio en ella no a una mujer, sino a una inversión.
Su matrimonio no fue un acto de amor, sino una forma de escapar de la controladora figura paterna y un intento de encontrar estabilidad.
Sin embargo, Judson no la amaba.
La usaba para avanzar en su carrera y manipulaba a Rita de la misma manera en que su padre lo había hecho.
Este matrimonio no duró mucho, y Rita, después de cinco años de sufrimiento, se divorció de él.
A pesar de que ella ya era una estrella en ascenso, Judson se quedó con todo lo que tenía, dejando a Rita económicamente devastada.
Hollywood, sin embargo, no le ofreció la oportunidad de cambiar su destino.
Fue entonces cuando la poderosa Columbia Pictures la contrató, y bajo la dirección de Harry Cohn, la estrella de Rita Hayworth se consolidó.
Cohn, el jefe del estudio, tenía un control absoluto sobre la vida de Rita.
La mantenía bajo un contrato exclusivo que la dejaba sin poder sobre su propio destino.
La vigilaba constantemente, incluso instalando micrófonos en su camerino para asegurarse de que no tuviera una vida personal fuera del trabajo.
La industria del cine de la época la veía como un objeto, un producto que generarían dinero, y Rita fue forzada a someterse a las expectativas de su entorno.
Durante este período, Rita vivió bajo la constante amenaza de que su carrera sería destruida si no cumplía con los deseos de los hombres poderosos que la controlaban.
La industria del cine la había moldeado, y a pesar de su éxito, Rita nunca encontró la oportunidad de ser realmente ella misma.
En 1946, Rita fue elegida para interpretar el personaje que la definiría para siempre: Gilda, una mujer fatal, seductora y peligrosa.
La película marcó un antes y un después en la historia del cine, y la famosa escena en la que Rita, vestida con un vestido negro de satén, se quita un guante lentamente, se convirtió en un ícono de sensualidad y deseo.
Sin embargo, el personaje de Gilda también fue una carga para Rita.
La gente la confundió con la mujer fatal que interpretó en pantalla, y la estrella que el mundo adoraba no tenía nada que ver con la mujer real que era Rita Hayworth.
Esta confusión entre personaje y actriz persiguió a Rita durante toda su carrera, y a menudo se quejaba de cómo la imagen de Gilda la despojaba de su identidad personal.
Además, la fama de Gilda le trajo complicaciones personales.
En 1948, mientras estaba casada con Orson Welles, la bomba atómica fue detonada sobre el atolón de Bikini, y la fotografía de Rita Hayworth fue colocada en la bomba, lo que la convirtió en un símbolo de destrucción nuclear.
La imagen de Gilda, la mujer sensual, quedó atada a una de las armas de destrucción masiva más temibles del mundo.
Rita, que se oponía al uso de armas nucleares, nunca perdonó a Welles por utilizar su imagen de esta manera.
El vínculo entre su imagen y la bomba atómica representaba la explotación total que Rita había sufrido a lo largo de su carrera.
A pesar de su éxito y su belleza, Rita nunca encontró la paz que tanto deseaba.
A lo largo de los años, su vida personal estuvo marcada por matrimonios fallidos, infidelidades y sufrimiento emocional.
Tras su divorcio de Welles, Rita se casó con el príncipe Ali Khan, pero nuevamente, su felicidad fue efímera.
La relación se desmoronó cuando el príncipe volvió a su vida de excesos y Rita se encontró nuevamente atrapada en un matrimonio infeliz.
Sin embargo, lo que parecía ser un escape, pronto se convirtió en una prisión dorada.
Después de varios años, Rita pidió el divorcio, alegando crueldad mental extrema.
A pesar de los altibajos en su vida personal, Rita Hayworth continuó trabajando en Hollywood.
Pero sus últimos años estuvieron marcados por el dolor físico y emocional.
En 1976, a la edad de 58 años, fue diagnosticada con la enfermedad de Alzheimer.
Durante años, su comportamiento errático fue malinterpretado como alcoholismo, pero finalmente, los médicos descubrieron la causa de sus problemas.
Rita pasó sus últimos años luchando contra la enfermedad, mientras su hija, Yasmín, tomaba las riendas de su cuidado.
Rita Hayworth falleció en 1987 a la edad de 68 años, pero su legado como una de las mujeres más icónicas del cine sigue vivo.
A través de su hija Yasmín, se ha recaudado más de 85 millones de dólares para la investigación del Alzheimer, lo que ha ayudado a visibilizar esta enfermedad que destruyó la vida de su madre.
Rita Hayworth vivió una vida llena de dolor, pero su nombre sigue siendo sinónimo de belleza, talento y sufrimiento.
