Transmilenio, el sistema de transporte público masivo de Bogotá, cumplió recientemente 25 años de existencia.
Durante este tiempo, ha experimentado una evolución significativa, convirtiéndose en un pilar fundamental para la movilidad de los bogotanos.
Desde su inauguración el 18 de diciembre de 2000, con solo 14 buses articulados, el sistema ha crecido exponencialmente hasta contar con más de 10,000 buses que operan en diversas troncales de la ciudad.
Aunque el sistema ha sido una solución a los problemas de transporte de la capital, también ha enfrentado retos y críticas a lo largo de los años.
El nacimiento de Transmilenio fue una respuesta directa a la “guerra del centavo” entre los buses tradicionales, que competían ferozmente por los pasajeros y provocaban un caos en las calles de Bogotá.
El sistema, al inicio, consistía en un esquema de buses articulados que operaban sobre carriles exclusivos, lo que permitió mejorar la eficiencia del transporte público y reducir los tiempos de viaje de los usuarios.
Las primeras troncales, como la de la calle 80 y Caracas, marcaron el inicio de lo que sería una revolución en la movilidad de la ciudad.
Desde sus inicios, Transmilenio ha sido una de las soluciones más ambiciosas para la congestión y la falta de infraestructura adecuada para el transporte público en una ciudad de más de 7 millones de habitantes.
En los primeros años de funcionamiento, el sistema no solo ofreció una opción más rápida y eficiente, sino que también se convirtió en un símbolo de modernización.
En 2003, con la puesta en marcha de nuevas troncales, como las de Américas y Suba, y con la expansión a otras zonas de la ciudad, Transmilenio consolidó su presencia.
Estos avances continuaron en la década siguiente, con la construcción de nuevas troncales, la introducción de buses biarticulados y, más recientemente, el reemplazo de buses antiguos por modelos eléctricos.
Esta transformación ha sido clave para mejorar la calidad del servicio y reducir el impacto ambiental del sistema.
Uno de los hitos más importantes de Transmilenio ocurrió en 2018, con la introducción de buses eléctricos.
Esta medida representó un paso crucial hacia la sostenibilidad del sistema, posicionando a Bogotá como una de las ciudades con la flota de buses eléctricos más grandes de Latinoamérica.
A partir de 2025, el sistema se enfrenta al desafío de continuar expandiéndose, mientras se integra con la nueva línea del metro de Bogotá, cuya construcción ha generado controversia debido a los desafíos técnicos y económicos.
A pesar de estos obstáculos, el objetivo es crear un sistema de transporte completamente interconectado, que permita a los usuarios viajar con facilidad de un extremo a otro de la ciudad, sin tener que realizar múltiples transbordos.
La evolución de Transmilenio no solo se refleja en su infraestructura, sino también en la transformación de su equipo de trabajo.
Alicia Suárez es uno de los ejemplos de personas que han crecido con el sistema.
Ingresó en Transmilenio en 2001 y, a lo largo de los años, ha desempeñado diversos roles, pasando de ser operadora a convertirse en técnico de enlace en el centro de control de la Dirección Técnica de Troncal.
Su testimonio resalta cómo el sistema ha cambiado no solo en términos de infraestructura, sino también en la capacitación y el desarrollo de su personal.
Estos empleados, como Alicia, son clave para el funcionamiento diario del sistema, asegurando que los buses operen con seguridad y eficiencia para los millones de usuarios que dependen de Transmilenio cada día.
A pesar de los avances, Transmilenio sigue enfrentando una serie de retos.
El sistema se ha expandido, pero también ha tenido que lidiar con problemas de congestión en algunas troncales y con la falta de cobertura en ciertas zonas de la ciudad.
Las críticas más frecuentes están relacionadas con la sobrecarga de los buses, especialmente en horas pico, lo que provoca incomodidad para los pasajeros.
Además, la seguridad sigue siendo una preocupación, ya que los robos y los asaltos en las estaciones y en los buses son incidentes que se repiten con frecuencia.
Estos problemas han generado un llamado a la mejora de las condiciones de seguridad y de la infraestructura del sistema.
La expansión del sistema ha sido una prioridad para la administración de Transmilenio, que ha estado trabajando en nuevas troncales y en la modernización de las ya existentes.
En los próximos años, se espera la entrada en operación de nuevas rutas y la ampliación de la cobertura del sistema, lo que beneficiará a más usuarios.
La implementación de buses eléctricos y biarticulados también es parte de los planes a largo plazo, con el objetivo de reducir la huella de carbono del sistema y mejorar la calidad del aire en la ciudad.
No obstante, la construcción del metro de Bogotá representa un desafío adicional, ya que se espera que este sistema de transporte de largo alcance complemente y se integre con Transmilenio, lo que requerirá una coordinación eficiente entre ambos sistemas.
Uno de los principales desafíos a futuro es cómo lograr una flota eléctrica aún más grande, superando a otras ciudades latinoamericanas que han apostado por la electrificación del transporte público.
Bogotá busca convertirse en la ciudad con la mayor flota eléctrica de la región, lo que permitirá no solo mejorar la calidad del aire, sino también reducir los costos operativos a largo plazo.
Para ello, se están implementando nuevas tecnologías y se están realizando licitaciones para la llegada de nuevos buses eléctricos que sustituyan gradualmente los modelos antiguos.
Mientras tanto, Transmilenio continúa enfrentando desafíos operativos, pero la visión de su gerencia sigue enfocada en mejorar la experiencia de los usuarios.
La integración con el metro y el desarrollo de nuevas rutas son claves para garantizar que el sistema sea más eficiente y accesible para los ciudadanos.
Además, la expansión de la flota eléctrica y la mejora de la infraestructura son medidas cruciales para hacer frente a los retos ambientales y de movilidad que enfrenta la ciudad.
El futuro de Transmilenio es incierto, pero el sistema ha demostrado ser una parte esencial de la infraestructura de transporte de Bogotá.
En estos 25 años, ha logrado transformar la forma en que los bogotanos se mueven por la ciudad, aunque aún quedan muchos desafíos por resolver.
La incorporación del metro y la modernización del sistema de buses son pasos importantes, pero el sistema deberá seguir adaptándose a las necesidades de la población y mejorando su servicio para mantenerse relevante y eficaz en el futuro.