María Eugenia Llamas, una figura icónica del cine mexicano, saltó a la fama a la tierna edad de cuatro años gracias a su entrañable personaje de “La Tucita” en la película “Los tres huastecos”.
Esta cinta, que la llevó a compartir pantalla con el legendario Pedro Infante, se convirtió en un hito en su carrera y en la memoria colectiva del público.
Su simpatía y talento artístico brillaron en cada escena, dejando una huella imborrable en el corazón de quienes la vieron.
Nacida el 19 de febrero de 1944 en la Ciudad de México, María Eugenia fue hija de José María Llamas y María Andresco.
Su familia llegó a México en 1939, trayendo consigo la tristeza de haber perdido a su pequeña hija Sonia durante el viaje.
A pesar de este trágico inicio, la vida de María Eugenia tomó un giro inesperado cuando su hermana mayor, María Victoria, la llevó a un concurso de talentos en la radiodifusora XEQ.
Este evento marcaría el comienzo de su carrera artística.
La participación de María Eugenia en el concurso no estuvo exenta de dificultades.
Inicialmente, su madre se mostró reacia a permitir que su hija actuara, especialmente cuando se enteró de que tendría que trabajar con una tarántula y una víbora.
Sin embargo, tras la intervención del director Ismael Rodríguez, quien propuso usar animales de plástico para las escenas peligrosas, María Eugenia regresó a los estudios de grabación.
Su valentía y carisma se hicieron evidentes desde el primer momento en que apareció en pantalla.
A lo largo de su carrera, María Eugenia Llamas participó en un total de catorce películas, de las cuales diez las filmó durante su infancia.
Aunque su trayectoria cinematográfica fue breve, dejó un impacto significativo, ganando el Ariel a mejor actriz infantil a los siete años por su papel en “Los hijos de la calle”.
Su talento no pasó desapercibido, y a pesar de limitarse a un número reducido de cintas, su legado perdura en la cultura popular mexicana.
En 1966, María Eugenia se casó con Rómulo Lozano, un locutor de televisión de gran renombre, quien era 27 años mayor que ella.
Juntos tuvieron tres hijos: Luzma, Maru y Fernando, quienes también siguieron carreras en el mundo del espectáculo.
Su matrimonio duró 30 años, hasta la muerte de Rómulo.
A pesar de los desafíos personales, María Eugenia continuó desarrollándose como actriz y narradora, participando en talleres y espectáculos que la llevaron a recorrer varios países.
En 1987, María Eugenia tomó un taller de narración oral escénica que la llevó a explorar nuevas facetas de su talento.
Con un simple telón negro como fondo, se adueñó del escenario, cautivando al público con sus relatos.
Su deseo de ser auténtica y su rechazo a la fama superficial la definieron como artista.
María Eugenia Llamas no solo fue una actriz, sino un símbolo de autenticidad y conexión emocional con su audiencia, dejando un legado que sigue inspirando a nuevas generaciones.