El documental de la cantante catalana, ‘La Joia’, aterriza en el catálogo de Prime Video.
En esta historia hay indisociablemente dos versiones.
Está la de Alba Farelo (Vilassar del Mar, Barcelona, 1997), una chavala de familia acomodada con aspiraciones de estrella urbana.
Y está la de Bad Gyal, la estrella urbana a la que esa chavala convirtió en realidad.
¿Cuál es cada una de ellas? Ni idea, porque ambas han ido confluyendo hasta generar un todo.
¿Es Bad Gyal la que se pone a gritar porque sus porros se han quedado en una habitación de hotel o la que compra un Cartier vintage de cinco cifras en la Place Vendôme de París? ¿Es Alba la que conduce por las enormes avenidas de Las Vegas entre pitidos de quienes la siguen o la que pone firme al director de uno de sus videoclips por no cumplir con los planes establecidos? ¿O todas son una?
Lo único que se puede afirmar es que ambas son las protagonistas de La Joia, el documental que sigue el infinito proceso para publicar su álbum homónimo y que este jueves llega al catálogo de Prime Video.
En él está la angustia por ese retraso, el autocontrol férreo de su carrera, las relaciones con su equipo…
Pero también el front row de los desfiles, el arreglo de las uñas kilométricas, el blin blin.
Todo filmado como si nadie hubiera estado allí.
«Quien ha grabado el documental es el encargado de la realización de mis shows.
Lo grabamos en un momento en el que ya sentíamos que estábamos entrando al negocio de forma mucho más seria, con oportunidades más grandes.
Y pensamos que era guay documentarlo para que la gente entendiera cómo es desde dentro», detalla Bad Gyal (o Alba) de paso por Madrid.
Lo primero que se entiende es que Bad Gyal tiene el control de todo en su carrera.
Puede ser autoexigencia o también que soy una persona, ya antes de ser cantante, que he tenido las cosas muy claras y he querido hacer siempre las cosas a mi manera.
De repente te ves en un trabajo con gente que no conoces de nada y que no te conocen a ti, pero yo tengo la necesidad de transmitir y comunicar lo que quiero y, cuando me encuentro con dificultades, no tengo ningún impedimento en decir lo que necesito.
Esa es mi personalidad, y el trabajar con equipos grandes lo ha acentuado aún más.
Aún así creo que he conseguido un equilibrio, con personas a mi alrededor que me entienden muy bien.
¿Cómo conjugas ese carácter con una industria como la musical a la hora de manejar proyectos?
Cuando firmé mi contrato, la negociación fue larguita e insistí mucho en tener la última palabra en todo.
Así lo pone en una cláusula: yo decido qué quiero hacer.
Nunca voy a hacer nada que no quiera porque está explícitamente detallado.
Me he cubierto muy bien, todos saben que no pueden pasar más de ahí porque la última palabra es nuestra.
He renunciado a ganancias económicas por tener eso asegurado.
¿Por qué hiciste eso? ¿Por miedo a imposiciones?
Yo no diría miedo, diría más bien que necesitaba asegurarlo porque cuando firmas un contrato con una discográfica no sabes qué te vas a encontrar.
Por eso es importante que lo sagrado o lo intocable lo dejes por escrito.
Más que miedo es asegurarte de que no te van a pisar o a pasarte por encima.
Yo siempre he sabido que no iba a funcionar el hecho de crecer, globalizarme y tener oportunidades fuera si era porque me lo imponían.
Tenían que permitirme ser yo misma, aunque haya cambiado en estos ochos años.
He evolucionado, he cambiado, he aprendido, he desaprendido, pero sigo siendo yo.
No te llevas muy bien con la autoridad, ¿no?
No me llevo bien con la autoridad ni con la imposición, pero he aprendido que las personas que llevan 20 años más que yo en el negocio saben más que yo.
En este negocio hay personas que han llevado carreras de muchísimos artistas durante muchísimos años y es importante escuchar.
Muchas veces tenemos esa cosa de que los sellos son el enemigo porque realmente la industria musical es difícil, siempre ha sido abusiva, pero tampoco hay que verla así porque ahí dentro hay gente muy preparada, muy válida y de la que aprender.
“He renunciado a ganancias económicas por tener asegurado que yo iba a tener la última palabra en todo mi proyecto”
Ese debate ya lo mantuviste en un acto con Young Beef y C.
Tangana en el Primavera Sound de 2018.
Yo me sentí muy perdida en esa charla porque aún era independiente y muy joven, pero me estaba planteando firmar.
Cada artista es un mundo, tiene su camino, pero al final todos necesitamos inversión.
Ser artista es caro, los videoclips, los álbumes y los viajes son caros y los sellos son nuestros bancos.
Ahora que he trabajado con artistas muy grandes de la industria latina he aprendido que ni aunque seas billonario puedes solo.
Cuanto más creces, mayores son tus gastos y la inversión que necesitas.
Cuidado con los que creen que no necesitan un inversor.
Quizá cuanto más dinero y mejor posicionado estás, más lo necesitas.
Porque los números dan miedo.
¿Qué te da miedo de esos números?
Me da miedo ser una artista deficitaria, pero gracias a Dios en ningún momento de mi carrera lo he sido, siempre he ido creciendo.
En ese crecimiento, ¿cuánto de Alba se ha quedado por el camino de Bad Gyal?
Lo que siento es que se han acentuado algunos rasgos de mi personalidad, lo descarada que soy para algunas cosas y luego tan tímida para otras.
No me da vergüenza ponerme a mover el culo delante de 20.
000 personas, pero me asustaba exponerme en un documental.
Yo siempre he tenido rasgos antisociales, tímidos, compaginados con la necesidad de captar toda la atención, desde niña que me ponía encima de la mesa de Navidad y dirigía a todos a cantar villancicos.
Voy entrar en la astrología, soy Piscis, tengo mucho mundo interior y necesito soledad y conexión conmigo.
¿Ahora, como Piscis, en qué punto estás?
Siento que ser famosa ha acentuado mis rasgos más antisociales y de encerrarme en mí o en mi gente de siempre.
Lo digo siempre, en ocho años de profesión he hecho dos amigas.
Ahora estoy haciendo amigos nuevos porque estoy al otro lado del mundo, haciendo música de tú a tú.
Pero aquí en España los últimos años saliendo de fiesta no puedo hacer amigos porque a la gente le cuesta tratarme como a alguien normal, y a mí me gustan las relaciones terrenales.
¿Te incomoda que te traten como a una estrella?
Me incomoda, sí, igual me he vuelto pija, exigente…
Cada vez que digo esto me funan, pero prefiero ser honesta.
Ya no puedo viajar por España si no es en business porque me quedo dormida y estoy al día siguiente en TikTok con la baba cayendo.
Por eso viajo en los asientos de delante tapadita, salgo la primera y entro la última.
No es cómodo, pero la vida te lo acaba exigiendo.
A mí me gusta el trato de tú a tú y me incomoda tanta exaltación.
No quiero ser arrogante con esto, que estoy súper agradecida del cariño de la gente, eh.